CAPÍTULO 16

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—No, por supuesto que no me enamoré de él. Estás loco, Derek —dice, riendo—. Tú no te enamoras de todas las chicas con las que te acuestas, ¿por qué se supone que yo sí lo he hecho?

Me río mientras alcanzo una lata de refresco.

—Porque tú eres más débil para esas cosas que yo —la pincho—. No nos parecemos en nada así que no puedes compararnos.

—Quizá, pero eso no significa que yo me enamorara solo por una cita.

—Claro —me río entre dientes—. De todas formas sería un amor imposible ya que tú ya te vas de aquí.

Agarro dos bolsas de patatas y Elba unas pastas rellenas de chocolate. No sé quién nos convenció de apuntarnos a un curso de remo el último día, pero estamos hambrientos y cansados, pero no lo suficiente para no conducir dos horas hasta la próxima ciudad. No está tan lejos.

—Lo sé, podría escribir una historia sobre eso y publicarla —se ríe.

—Yo no leería esa mierda.

Golpea levemente mi brazo y me río. Nos acercamos a caja para pagar y cuando terminamos, me quedo frío al ver a Hanah de espaldas al otro lado de las puertas de cristal. Inmediatamente dejo las bolsas y salgo corriendo hacia fuera.

—¡Hanah!

Ella no se gira, quizá no me escucha.

Corro un poco, la alcanzo y la tomo de los hombros con ambas manos para girarla hacia mí.

—¿Qué haces...?

Chilla la chica, sorprendida y asustada, y se aparta de mí mirándome como si fuera un loco de atar.

—Lo siento, lo siento. Creí que eras... otra persona.

—Vale, pues no.

Y con eso me da la espalda y se aleja caminando rápido.

Jodida imaginación. Por un momento me ha hecho creer que Hanah había regresado aquí. No por mí, pero quizá no quería renunciar a sus vacaciones en este país por mi culpa. Pero eso, ahora que lo pienso bien, es totalmente imposible. Ella está muy enfadada. Me lo dejó claro cuando me llamó a su móvil.

Incómodo y molesto por mi reacción pateo el pie de la farola que tengo al lado y suelto un gruñido.

—¿Todo bien, amigote? —pregunta ella a mis espaldas.

—Sí, sí.

—¿Por qué saliste de la tienda de esa forma?

—Por nada.

Cabizbajo camino hasta el coche y ocupo mi asiento delante del volante, Elba entra un minuto después cargada con lo que hemos comprado.

—Eres todo un caballero —bromea.

No le respondo.

—Vi a la chica a la que paraste. Una señora, supongo que su madre, la llamó Lucy.

Me encojo de hombros. Toco mis bolsillos buscando las llaves pero no las encuentro, dos segundos después Elba las hace sonar en mis narices.

—Oye, ¿estás bien?

—Sí.

—¿Creíste que era Hanah, verdad? ¿Quieres hablar de eso?

—No, ¿vale? Déjalo estar.

—Venga, Derek. Estábamos bien, tú estabas de muy buen humor.

—Pues ahora ya no, ¿algún problema?

En las botas de DerekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora