CAPÍTULO 10

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Esa chica, la que está sentada a unos cinco metros más allá, se parece muchísimo a Hanah.

Lo juro.

—¿No te sientes extraño? —pregunta Elba. No sé qué coño lleva en la cabeza, tampoco sé por qué lleva gafas si se supone que tiene las jodidas lentillas puestas—. Esta ciudad es diferente a la anterior, y la anterior lo era a la anterior y así, y todas son del mismo país.

Mira hacia el cielo, dejando que el reflejo del sol se clave directo en el cristal de sus gafas solares.

—Todo es diferente y al mismo tiempo todo es igual.

¿Qué se ha fumado ahora?

Con dos dedos inclino hacia delante la montura de mis gafas de sol y la miro con el entrecejo arrugado.

—¿Qué?

Pega una carcajada, quizá por mi expresión.

—Nada. El batido está demasiado bueno para mí —dice sacudiendo la cabeza.

Claro, ahora que le eche las culpas al batido.

Vuelvo a cruzarme de brazos y vuelvo a perder la vista por ahí bajo la protección de mis gafas.

—Oh, tiene una bonita melena rubia —masculla con una vocecilla idiota.

—Elba, llevo rato sin entender nada de la mierda que dices, pero te he entendido ahora y, si no es mucha molestia, cállate.

La oigo resoplar bastante fuerte.

—Eso es ser muy desagradable, Derek, ¿dónde te educaron?

—En un lugar llamado qué te importa.

—He oído cosas horribles de ese colegio —bromea, o creo que lo hace, pero no tiene nada de sentido del humor.

—¿Cómo te digo que tus chistes no son chistes?

—¡Oh, vamos, claro que lo son! Eres tú el amargado que no sabe entenderlos.

—Si yo...

—¡Shh! —suelta de repente—, te está mirando. Ahora.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —Me pongo rígido. ¿No será un poli, no?—. ¿Y por qué estás susurrando?

—Ella.

—¿Ella? ¿Es mujer?

—Pff, no, travesti, no te digo —hago una mueca al no entender de qué está hablando ahora.

¿La poli es travesti? ¿A qué clase de personas eligen en este país para formar el cuerpo policial?

—¿De qué demonios hablas?

—Ella.

—¿Quién es ella, joder?

—La rubia a la que estabas mirando.

La sangre se me enfría.

¿La rubia?

Mierda, pensé que era una puta poli.

Ladeo de nuevo la cara y la miro. Oh, sí, me está mirando.

—¿Quieres que vaya a hablar con ella del tiempo, los precios de los bikinis y de paso te abra el camino? Auch, no, cierto. Lo siento.

¿De qué mierda habla? Joder, cada vez la entiendo menos.

—¿Qué?

—Lo sé, yo te entiendo y te admiro. Aún ha pasado muy poco tiempo desde lo de... ya sabes... tu novia.

En las botas de DerekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora