CAPÍTULO 30

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Esa mañana leo lo que dice la prensa de Emma y de su familia. No había querido hacerlo por si me indignaba lo que leía pero he terminado desistiendo. Cuentan que fue Emma la que escapó debido a que no sabía que padecía una enfermedad terminal, que sus padres la llevaban a un hospital para recibir más tratamientos y que ella no quiso aceptarlos, para justificar ese hecho se inventan un montón de teorías, nada más lejos de la realidad. También veo como figuran varias enfermedades del corazón pero ninguna es la de Emma. Ellos solo hacen conjeturas, no saben nada a ciencia cierta. Cómo no, también se habla de mí. Aparezco como el buen samaritano que devolvió la oveja extraviada al rebaño, aunque también se habla de una buena suma de dinero que pedí por recompensa, de la cual, ni yo estaba enterado de haberla pedido.

Estaba equivocado, pensaba que me indignaría, pero lo que ha pasado es que me he reído un buen rato. Al final va a ser que Emma tiene razón y Derek por fin es un tío buena gente, de esos que no se cabrean por cualquier cosa.

Cuando doblo el periódico y veo la portada, leo la fecha: viernes 20 de febrero. Van pasando los días a cuenta gotas. La sensación que hay es una donde el tiempo dentro de ese hospital se ha detenido y pasa muy, muy lento. Las únicas veces que parece que vuela es cuando estoy hablando con Emma. Cuando están sus padres o alguien más, el tiempo vuelve a ir lento. Soy testigo de primera mano como ella va recuperando la vitalidad y como cada día sonríe más, pero los médicos están preocupados. No saben si eso es una tregua con pronostico de futuro favorable o si solo se trata del ojo del huracán, donde todo está bien aparentemente pero donde ni por asomo ha pasado lo peor.

Hay ocasiones en las que veo a los médicos o enfermeros venir a revisar a Emma y me ofusco, porque son incapaces de decirme, cuando se lo pregunto en voz baja y en secreto, cómo seguirá mañana. Procuro que ella no note que me frustra esa situación de incertidumbre, pero no es tonta. Lo nota. Lo nota porque sus padres pasan por lo mismo y bueno, todos en realidad. Ella solo nos sonríe y nos entretiene, como si ese fuera su cometido y no al revés.

Y hablando de entretenernos, no sé cómo pero en esos días que lleva ahí dentro ha aprendido a hacer unos chistes bonísimos, a hacerme bromas pesadas y a cotillear sobre a qué enfermero le gusta tal compañero o compañera. La amenazo con hacer que la contraten en una revista del corazón, pero ella dice que cotillear alimenta el alma de los que no sienten el culo por pasar todo el día sentados en una cama de hospital. Contra esa filosofía no puedo, así que me toca aguantar a esa maruja.

Por otra parte, mi madre me ha llamado. Creo recordar que fue el lunes y luego todos los días partir de ahí. Y sí, ha pasado lo que me temía. He tenido que dar cuentas de mi vida y de por qué ha tenido que enterarse de mí gracias a que mi tía Gemma le pasara el enlace de un artículo donde yo aparecía. Se enfadó mucho conmigo, dice que le di el susto de su vida y que por favor, no deje de llamarla, que es capaz de presentarse aquí en menos que canta un gallo. Me la creo. Por castigo merecido tras no haberla llamado después de cuarenta días de desaparición voluntaria por mi parte, tengo que pasar media hora al teléfono con ella cada mañana y cada noche. Siempre me pregunta lo mismo: ¿te trata bien la gente de allí? ¿No te van a meter en problemas por haber ayudado a esa chica? ¿Cuando vuelves, hijo? Tengo ganas de verte, no me gusta mucho esta situación.

Siempre me despido diciéndole que nos veremos pronto, que no le diré nada para que se lleve una sorpresa al verme. Dice que sorpresa tuvo cuando me vio nacer con las maletas hechas dispuesto a irme de casa y hacer vida independiente. Me reí la primera vez, la cuarta le digo que ya no tiene gracia. Sé que cada vez que se despide se enfada un poco conmigo, porque tiene miedo por mí, pero ya se le pasará cuando me vea.

La tarde de ese viernes la paso viendo una película con Emma en el portátil de su madre en esa especie de pesa que se acomoda a la cama para comer.

En las botas de DerekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora