Capítulo 38: Atardecer

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Narra Niall:

- Y pues le dije que no. - Me comenta Melissa.

Camino pateando la arena.

- ¿Y cómo reaccionó él? - Pregunto preocupado.

Mi vista sólo está fija en la arena.

- Bueno, avergonzado. Supongo. - Dice ella.

Melissa empieza a perder su vista en el mar y yo también lo hago.

Pobre Liam.

Melissa me conto todo acerca de la pedida de Liam para que vayan al baile juntos.

- Jessica también me lo pidió. - Confieso.

Y es así como Melissa voltea a verme estupefacta.

Nos detenemos.

- ¡¿Qué ella QUÉ?! - Pregunta algo alterada.

- Ella fue a mi casa esta mañana a proponérmelo.

Ella niega con la cabeza sorprendida.

- Pero ella no invita, a ella la invitan. - Aclara Mel.

Yo me rio.

Retomamos el paso.

- ¿Y qué le dijiste? - Me pregunta.

Yo la miro sorprendido. - Claro que le dije que no, pues si recuerdas tú y yo iremos al baile juntos.

Y así una sonrisa tierna se posa en su bello rostro.

Hacemos contacto visual por algunos segundos, pero los nervios hacen que dejemos de hacerlo.

- Oye, mira; - Menciona Mel señalando. - es una fogata.

Meto mis manos a los bolsillos. - Sí, es mía.

Y así corro y tomó asiento frente a esta.

Ahora veo a Mel y me ve sorprendida.

Se cruza de brazos con una sonrisa de "¡No lo puedo creer!".

-Siéntate. - Le pido.

Ella aún sorprendida, se sienta a mi lado.

Yo me río por su expresión.

- Algo que siempre va a hacer característico de ti es que siempre me vas a sorprender. - Al fin habla ella.

- Gracias. - Lo tomo como cumplido.

Por cierto...

- ¿Qué te gusta de la playa? - Me da curiosidad preguntarle.

A ella le encanta la playa.

Ella se pone pensativa. - El atardecer creo; sentarte y admirar como el mar se pierde en el horizonte y que de paso se lleva al sol, dejando el cielo de un azul y anaranjado candente, digno de fotografiar. Como las olas son calmadas y pareciera que te cantarán, y porque se viene la noche y así la luna se podrá reflejar en las olas. - Termina.

Me la quedó admirando por un momento.

- ¿Qué? - Pregunta nerviosa escondiéndolo en una sonrisa.

- Nada, nada. - Digo de la misma forma, ubicando mi vista hacia el horizonte.

- ¿Crees que soy alguien que bueno... que... que...?

- ¿Mejoro mi vida? - Intento completar su pregunta.

Ella me mira con una sonrisa y yo le respondo de la misma manera.

- Pues la respuesta es sí. - Le aseguro. - Creí que nunca confiaría en una chica y luego apareciste tú y no pare hasta que fuiste mi amiga.

Ella se ríe como si recordará algo.

- Recuerdo que era muy pesada contigo. - Dice avergonzada.

Vuelvo soltar risas.

- Pues tú tampoco confiabas en los hombres. - Le recuerdo.

- Sólo en los que tienen pinta de que son populares. - Me corrige.

Yo río.

- Tal vez no te lo he dicho, pero la verdad es que odiaba San Diego. - Le confieso.

- Pero eso ya paso, ¿verdad? - Me pregunta preocupada ella.

- Sí, ya paso y gracias a alguien muy especial. - Le insinúo.

Noto que se sonroja.

Yo me vuelvo a reír.

Creo que es el momento.

- Melissa, te quería agradecer por permitirme ir contigo al baile. - Le digo.

- ¡Oh Niall! Es un placer. - Dice sinceramente ella.

Molestarla un poco no hará daño.

- Considerando que hay chicas muy bonitas que podían haberte invitado. - Le menciono.

- ¡Niall! - Me regaña avergonzada.

Me rio.

Ella empezó con lo de lesbiana.

- Ya, ya. Está bien, no te molestare por ahora. - Y así me fulmina con la mirada. - Pero hablando enserio, creo que no te lo pedí como debía.

- ¿A qué te refieres? - Pregunta confusa.

Me arrodillo ante ella. - Melissa Brown, - Saco el ramillete que traje. - ¿Me daría el grandísimo honor de escoltarla al baile? - Y así se ríe por mi voz grave.

Me recibe el ramillete. - Claro que sí caballero, será un placer.

Y así riéndonos, me abraza.

Esto es tan hermoso.

- Pero caballero, ¿puede ser otro ramillete? - Lo dice para molestarme.

- Lo siento dama mía, pero ya me compre una corbata de ese color y me rehusó a cambiarla. - Le respondo aún con voz grave.

Y así se ríe.

- Pero pensé que usted era un caballero. - Me dice en son de broma.

- Y lo soy, pero también debe ver la economía. - Digo dramático.

Ella vuelve a reír.

Juro que si pudiera oiría su risa una y otra vez.

- Pues bien caballero tendré que conformarme con esto. - Dice enseñándome el ramillete.

Lo tomo entre mis manos. - ¿Y sabe con lo que se debe conformar más? - Le pregunto.

Dejo el ramillete en su caja descansando en la arena.

- ¿Qué cosa? - Pregunta toda inocente.

- Pues soportar que tu cabello este mojado con sal. - Le digo viendo el mar.

- Bueno, nunca he sido una chica superficial. - Dice ella.

- Y es por eso y muchas cosas más por las que te quiero. - Le recuerdo.

Y es así como la tomo por sorpresa y la cargo al estilo "nupcial" hacia el mar.

Nos mojamos hasta el cansancio.

No me casaría de esto nunca, lo juro.

La vida nunca me pondría sonreír así sin ella, sin mi Mel.

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