Ren Jinguji X Masato Hijirikawa (UTA NO PRINCE SAMA)

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SOLO MÍRAME A MÍ


—Buenas noches, hermosa dama —dije besando la mano de la chica que compartía mesa con un peliazul que yo conocía demasiado bien. Por educación saludé a mi conocido también—. Buenas noches, Hijirikawa san —sonreí cortésmente y él no sonrió. Su escueta respuesta fue mi nombre sin dignarse siquiera a mirarme.

Sí, esos éramos nosotros, coincidiendo en otro cóctel organizado por la empresa de mi hermano. Masato y yo nos encontrábamos incluso en el medio familiar. Teníamos tantos puntos comunes que al parecer ambos comenzamos a sentir fastidiosos los encuentros.

—Iré al tocador —dijo la chica con una bella sonrisa. Hijirikawa se puso de pie y ambos la reverenciamos. La chica era alguien importante, como todos los que estaban en la recepción, por eso nuestro deber era ser corteses con ella.

—¿Una nueva conquista? —pregunté a mi compañero de trabajo, de habitación y de recepciones familiares.

–Quizá esté confundido —dijo evitando mirarme—, pero la última vez que miré no era yo el casanova, eras tú.

—Ella parecía realmente interesada en ti —señalé poniendo mi codo en la mesa y apoyando mi cara en mi puño, muy cerca de su rostro que seguía mirando a cualquier parte.

—Eso fue hasta que te apareciste aquí —resopló—. ¿Me pregunto por qué eres así? —cuestionó tan bajo que me contó escucharlo. Pero lo que más me costaba era entenderlo.

—Así ¿cómo? —pregunté más ofendido que interesado. Su actitud esquiva y fría me estaba molestando y mucho.

—Pues así —dijo mirándome al fin—, tan tú —terminó con esa expresión de desprecio, hastío y un poco de asco. Yo enfurecí.

—¡Masato! —exclamé jalando su mano, obligándolo a que volviera a mirarme. 

Hijirikawa me miró sorprendido, como el resto de los presentes que también me veían. Avergonzado miré el piso, intentando encontrar una explicación para lo que acababa de hacer, pero no la necesité, Hijikawa Masato me salvó.

—Estaba un poco despistado, gracias por advertirme —dijo—, hubiera sido terrible que comiera ese arándano, mi alergia a ellos me hubiese dado algunos problemas si me lo hubiera comido. —Se puso de pie, fingió soltar algo en el tazón de frutos secos y reverenció a los presentes—. Lamento el disturbio —dijo y se fue.

Y aunque lo busqué toda la noche, solo pude encontrarme a la chica con quien en un principio él platicaba y a la que debía acompañar ahora, pues no fui capaz de hacerle una grosería, mucho menos cuando la recepción la ofrecía una de las empresas de mi familia.

Cuando llegué a casa él no estaba, su cama seguía intacta y la habitación estaba completamente vacía.

—Se supone que entre nosotros todo quedó dicho —suspiré—. ¿Por qué sigo pendiente de él, y... por qué no me mira?, ¿tan molesto le soy?... ahgggg —me quejé mientras tallaba mi cara con frenesí a causa de la frustración que cargaba.

Estaba furioso por estar furioso por algo que ni siquiera alcanzaba a entender. No sabía qué era lo que me había irritado hoy.

«¿Encontrármelo?» No, yo sabía que él estaría allí, él siempre estaba allí.

«¿Qué me salvara?» No, él es así de educado, lo haría por cualquiera, incluso por mí.

«¿Qué me dijera eso?» No, este juego de palabras molestas está con nosotros desde hace demasiado tiempo.

QUIERO UN ONESHOT CONTIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora