Itachi Uchiha (NARUTO SHIPPUDEN)

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TE PROTEGERÉ

No podía escuchar más que mis fuertes pisadas y el golpeteo desenfrenado de mi corazón. Ah, también estaba el sonido del crujir de las ramas que pisaba y el fuerte bufido de mi respiración. Pero, de los pasos que me seguían, hacía algunos minutos que no los escuchaba.

Más no me detendría, yo no estaría a salvo hasta que... «Maldición, ¿será que podré estar a salvo?... ahora ni siquiera tengo personas a quien acudir» me lamente mentalmente pues mi garganta justo ahora no servía para nada más que forzar aire a entrar y salir de mí.

Continuaría corriendo hasta que mi cuerpo no pudiera más, yo no podía pelear, pero no me rendiría. Si no le daría problemas, al menos lo haría cansarse tanto como yo. Aunque no estaba segura de que ese monstruo pudiera cansarse.

Comenzaba a sentirme mareada, tropecé con una de las tantas ramas en que saltaba mientras pretendía huir y fui a dar narices al suelo. Me lastimé grave seguramente, pero no podía parar allí, caer en sus manos era el fin.

A tropezones volví a correr, pero ahora a nivel del suelo y con mucha menos velocidad. Un sonido sordo detrás de mí me hizo girar el rostro y volver a tropezar, ahora con mis propios pies, yendo a parar al pecho de alguien.

—Demonios —musité al darme cuenta que probablemente me había alcanzado, o mejor dicho adelantado, pues el sujeto con quien choqué estaba delante de mí.

Levanté la mirada para encontrarme con unos ojos fríos y tan oscuros que me prometían el infierno. Pensando en que no tenía a donde volver y no me quedaba por quien vivir, me dejé atrapar por sus manos que sostenían un cuerpo al que no le quedaban fuerzas, sostenían mi cuerpo.

Rememorando cada parte de mi vida, recordando a los que amaba y ya no tenía, sonreí débilmente y, sin nada de fuerza, golpeé con ambos puños el pecho de ese sujeto que por primera vez en mi vida veía.

Creía haberme rendido, creía haber aceptado que era el fin, pero cuando sentí que la conciencia me abandonaba, supliqué —No me mates por favor.

Cuando abrí los ojos me sorprendí de estar viva, pero me sorprendí más al darme cuenta que mis manos no estaban atadas y que la habitación donde me encontraba tenía la ventana y la puerta abierta. 

No era prisionera, pensé que podía irme, pero «¿Irme a dónde?» de verdad que no me quedaba nada, entonces «¿Por qué pedí no morir?».

Sentí mis abrazantes lágrimas quemar la piel de mis mejillas. Sentí mi corazón despedazado volverse cenizas. Sentí un nudo en la garganta que me hacía respirar con dificultad. Sentí deseos de morir.

—Recuperaste la conciencia, vaya sorpresa, hace cinco minutos parecías muerta y ahora resuellas —dijo el chico al que había suplicado no me matara, él estaba sentado en un sillón frente a la cama. En él no había reparado.

—¿Vas a matarme? —pregunté con desgano, a este punto no había nada que me importara ya. 

—¿Quieres qué te mate? —preguntó con un dejo de burla en la voz. 

—No me importaría —respondí seca y él se burló descaradamente —Pero si suplicaste de rodillas que no te matara.

Al escuchar sus palabras me incorporé en la cama y señalándolo con mi dedo indicé reclamé —No me arrodille.

Una sonora carcajada retumbó en la habitación, haciéndome enfadar. No podía creer que este tipo se estuviera mofando de mí. «No me había arrodillado, yo me desmallé en sus brazos» era diferente.

QUIERO UN ONESHOT CONTIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora