Ren Jinguji (UTA NO PRINCE SAMA)

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WHATASHITACHI NO UTA

Caminaba apesadumbrada por unas calles no tan desconocidas ni tan recordadas. Yo no tenía mucho tiempo en esa ciudad, pero ya podía caminar en ella sin perderme.

Caminaba cabizbaja y con mucho pesar en el alma. Las cosas recientemente no me habían ido bien. Aunque pensé que todo sería mucho mejor cuando llegara un lugar nuevo, eso no era lo que la vida tenía para mí.

Salí huyendo de mi casa, deseando no tener que acceder al compromiso que mis padres habían hecho para que yo me casara con quien sabe quién. Había escapado de casa para que ellos no tuvieran más derecho de obligarme a hacer lo que no quería, pero lamentablemente no había mucho que pudiera hacer para lograrlo.

Yo aún era menor de edad, no sabía hacer muchas cosas, o mejor dicho, no sabía hacer nada de nada, tres semanas intentando trabajos diversos logrando que me corrieran de cada uno de ellos con la frase "Eres una inútil" me lo aseguraba.

Cansada de caminar por ese atajo que me llevaba de camino a la pensión donde me había alojado este tiempo, me dejé caer en el césped, junto a un árbol que no distanciaba mucho del hermoso lago que comenzaba a reflejar una hermosa luna llena y montón de brillantes estrellas.

El sonido apabullante de ese saxofón entonando una suave melodía me invitó a cerrar los ojos y cantar mi pesar. Y es que había muchas cosas que lamentaba, ser una inútil era la mayor de ellas.

Terminé llorando, de impotencia seguramente, no podía creerme que no fuera capaz de poder valerme por mi misma, no podía creerme que debiera renunciar a mi amor por ese chico que he amado desde que recuerdo solo porque mis padres quieren casarme con ese adinerado crio.

Respiré profundo y dije intentando consolarme —Igual ni lo recuerdo bien —mirando al cielo para poder despejar mis ojos y mis dudas.

Eso era verdad, del chico que estaba enamorada hacía años que no sabía absolutamente nada. Habían pasado tantos años que ni su rostro o voz quedaban en mi cabeza, y aun así le amaba y deseaba poderlo encontrar.

Era tan infantil, queriendo encontrar a un chico que probablemente se había olvidado no solo de mí, sino también de nuestra promesa, esa promesa que era lo único que me quedaba de él y que era a lo que me aferraba para sonreír.

—Tal vez sería mejor no encontrarlo de nuevo, odiaría saber que se olvidó de mí —musité poniéndome de pie para seguir mi camino, la noche comenzaba a refrescarse y no quería enfermarme, sería terrible en mis condiciones económicas actuales.

La tarde siguiente volví a debajo de ese árbol cerca de la laguna, donde siempre escuchaba la deliciosa tonada de un saxofón. Creí que probablemente alguien practicaba a diario y al cabo de unos días me dio curiosidad por la persona que tocaba tan hermosa melodía que me hacía estremecer el alma.

La había escuchado tanto que la había aprendido, y la letra improvisada de aquella noche de melancolía la había pulido hasta convertirla en la canción perfecta.

A pesar de que no podía hacer muchas cosas, la música era algo que no solo podía hacer, sino que nacía de mí, la amaba. La música era algo que me hacía sentir plena, no había algo que me faltara cuando une melodía hermosa acompañada de una buena letra me acompañaban.

Pude ver a un chico pelidorado que, con sus ojos suavemente cerrados, besada el instrumento que emitía tan deliciosas tonadas. Su reflejo en el agua, rodeado de titilantes estrellas me hipnotizó y me invitó a no detener ese impulso que me llevó hasta él cantando la letra que había nacido de su melodía.

QUIERO UN ONESHOT CONTIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora