Castiel -CORAZÓN DE MELÓN-

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Sintió como algo suave chocó en su espalda, y luego unos delgados brazos rodearon su torso. Sonrió sin abrir los ojos, estaba exhausto, por eso solo puso sus manos sobre las de la chica a su espalda y siguió durmiendo.

Abrió los ojos cuando la escuchó discutir, y temió que alguien inesperado hubiese llegado a su casa. Aunque de haber sido así él no seguiría plácidamente dormido, le habrían sacado de la cama por los pelos y arrastrado por todo el departamento en medio de insultos.

La chica hablaba por teléfono, con alguien que seguro deseaba arrastrarla de los pelos por todo el departamento. La vio cortar la llamada y suspirar con cansancio.

—¿Tu novio? —preguntó el pelirrojo y la chica negó con la cabeza.

—Debo irme —explicó ella, tomando toda su ropa regada por la habitación, y caminó hasta el baño—. ¿Tienes algo que hacer a las seis de la tarde? —preguntó antes de entrar, Castiel negó con la cabeza—. Entonces ven a cenar conmigo.

—Claro —dijo el pelirrojo, perdiendo de vista a la morena de cabellos hermosamente despeinados. Sonrió, recordaba haberla pasado increíble, pero su sonrisa desapareció cuando la pantalla de su celular se iluminó mostrando el nombre de esa que temió estuviera barriendo su departamento con la chica que le había hecho pasar tan buena noche.

—Te quiero a las seis en Davison, intenta vestirte decente —exigió la mujer al otro lado de la línea—. Y olvídate de tu mesada si no te apareces.

Ella le marcó, le ordenó y le colgó. Vaya actitud tenía su madre. No tenía cara de quejarse porque él fuera como era, al parecer era genético.

—No puedo acompañarte a cenar —explicó Castiel un poco apenado a la chica que salía de su baño secando sus cabellos—. Lo lamento.

—No hay problema —dijo la chica, atravesando su bolso en su cuerpo para irse del lugar.

—No me diste tu número —señaló Castiel, logrando que ella se detuviera.

—No lo necesitas —aseguró ella—. Nos volveremos a ver, si el destino quiere.

—No creo en el destino —explicó Castiel y ella sonrió.

—Deberías tenerle un poco de fe, puede que te dé lo que quieres —sugirió la chica yéndose.

—Mi destino es casarme con la persona que mi madre ha elegido para mí —farfulló Castiel—, no puedo creer en algo que no quiero vivir.

*

Llegó a Davison a las seis en punto, su madre le dio una mirada colérica pero no le dijo nada, no haría tal grosería frente a la madre de su futura nuera.

Dieron la seis y nadie apareció, diez minutos después la mujer que les acompañaba peleaba en el teléfono con alguien. La futura esposa de Castiel no se dignaba siquiera a aparecer, cosa que no molestaba a Castiel. A él no le interesaba conocer a una niña rica, seguramente ñoña y fea.

—Dije que te quiero aquí en diez minutos como mucho, Maryere, o te quedarás sin tarjetas y sin coche por todo un mes —amenazó la señora, volviendo a la mesa con una sonrisa.

—Te dije que eran tal para cual —soltó la madre de Castiel, recibiendo la mirada de la otra.

—Tu hijo llegó puntual —señaló la madre de la tal Maryere.

—Sí —concedió la madre de Castiel—, porque yo lo amenacé antes de la cita.

Ambas mujeres sonrieron y comenzaron a hablar de cosas que no le interesaban a nadie más que a ellas. Castiel pensó que su futura esposa podría no ser tan ñoña, sí su madre y suegra le estaban comparando con él.

Doce minutos después de la llamada apareció una chica pelinegra siendo arrastrada por una pelirroja.

—Somos lesbianas y vamos a casarnos —dijo la pelirroja para la que no era la madre de Castiel.

A la señora casi se le salen los ojos, seguro no se estaba esperando lo que su hija decía, y con Castiel ocurrió algo similar, pues no se esperaba que su prometida viniera acompañada con la chica que había pasado la noche con él.

—¡Maryere! —gritó la mujer, rompiendo la conexión visual del pelirrojo, que miraba a una chica que no reparaba en él. Todo el mundo volteó a mirar a la mujer que rabiaba—. Deja estos disparates, vas a hacer lo que dije te guste o no.

—Pero eso es tan injusto —habló ahora la pelinegra—. ¿En qué siglo cree que estamos?, un compromiso acordado por los padres es una tontería.

—A mí no me interesan tus idealismos modernos —dijo la mujer para la pelinegra, que parecía perder la respiración al compás de los pasos de esa mujer que se le acercaba.

—¡Pero estoy embarazada! —gritó la pelinegra, deteniendo el paso de la madre de la prometida de Castiel, que después de considerar las palabras de la chica soltó tremenda carcajada.

—¿De ella? —cuestionó con sorna—. Dijiste que eras lesbiana, ella es tu pareja, ¿no?, ¿es ella a quien le debemos tu milagrito?

—¡Mamá! —exclamó la pelinegra sonrojada. Había sido una buena metida de pata lo del embarazo, pero ella había ido allí dispuesta a hacer cualquier cosa para que ese compromiso se disolviera.

—¡Maryere —gritó la mujer, tensando el cuerpo de la chica—, dije que harás lo que quiero. Soy tu madre, caramba. Obedéceme!

—Pero yo no me quiero casar. No sé quién es él o como luce, ¿por qué tengo que casarme con un desconocido?

—Por negocios, mi amor, por eso. Además esta cena es para remediar lo que mencionas, él está aquí, llegó puntual a la cita. Él no está desinteresado del todo en esto —aseguró la madre de la chica pelinegra, que ahora Castiel sabía era Maryere.

Castiel no refutó, aunque también había estado en total desacuerdo con casarse con una chica que no conocía, justo ahora no le molestaba tener que complacer a su madre.

»Él es Castiel —dijo la señora—, tu futuro esposo.

El mencionado se puso de pie, acomodándose la chaqueta, y sonrió burlonamente a la chica que casi perdía la quijada.

* *

Maryere salió furiosa de la cena, y Castiel hizo lo mismo un rato después. Las madres de ambos quedaron furiosas. Ese par era siempre lo mismo, no podían verse sin agarrarse de los pelos. Eran lo peor.

Castiel entró a su departamento, y sonrió al ver las zapatillas de su chica en un rincón del pasillo.

—Hola —dijo la chica con una sonrisa, saliendo de la habitación mientras soltaba su cabello negro y rizado.

—Hola —saludó Castiel, andando hasta ella y atrapándola en un abrazo—. Tú mamá quedó echando chispas.

—Me imagino —dijo ella, abrazada a su odiado prometido y amado novio.

—¿Hasta cuándo seguiremos fingiendo que nos odiamos? —preguntó el pelirrojo, sacándose la corbata.

—Un rato más —dijo la chica—. Es tan divertido hacer rabiar a mi madre. Nunca aceptaré ante ella que tenía la razón, que agradecería sus acciones algún día. Porque ella no te trajo para mí, tú eras mi destino.

Castiel sonrió, aun no era capaz de creer en esa cosa incierta que ella tenía como filosofía de vida.

—Destino o no, no lo entiendo —dijo Castiel sonriendo— pero te amo —y pegó sus labios a los labios de esa chica a la que había amado cuando conoció.


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Lo puse acá porque lo escribí, pero Castiel sigue sin ser opción para OneShot, este fue escrito para un concurso, y como es OneShot, pues lo puse acá. 

¡Gracias por leer!

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