Capitulo 1, tercera parte.

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-No, claro que no, eso no es posible, soy un hombre! ¡DEFINITIVAMENTE NO!

El sonido del agua cayendo contra el suelo me saco de mi ensimismamiento.

-¿Hay alguien aquí?

Me asomo a las duchas, lo primero que veo es el cuerpo de espaldas y desnudo de Fernando, él voltea apresuradamente y resbala.

En un movimiento rápido me acerco a donde él, pero no logro sujetarlo, sin embargo, él logra sujetarse de mi toalla, la cual se desprende de mi cintura.

La escena es un caos: el agua sigue fluyendo de la regadera, Fernando yace desnudo a mis pies con la cabeza cubierta con la toalla, el agua en el suelo empieza a tomar un color carmesí... ¿sangre?

Mi cabello y todo mi cuerpo ya están empapados por el agua.

Me pongo de rodillas, retiro la toalla de la cabeza de Fernando, no hay ninguna herida visible, observo con mayor detenimiento el agua carmesí para ver si logro distinguir de donde se origina.

Noto que una de sus manos está debajo de su cuerpo, la saco lentamente y... siento como mi miembro se pone duro... ¿lo que siento, es una mano? Rápidamente dirijo la mirada a mi entrepierna, en efecto hay una mano en él.

-¿Q-qué sucede?- dice Fernando algo aturdido, se apoya en mi entrepierna para ponerse de rodillas, siento como una punzada de dolor se alberga en mi estómago, cada vez en aumento.

-Auu...-suelto un pequeño quejido.

La mirada de Fernando recorre todo su brazo hasta llegar al lugar que está tocando. A pesar del agua que sigue cayendo y del dolor que siento, noto como sus mejillas se encienden cual árbol de navidad.

-Yo...- dice él, su voz extremadamente nerviosa, un segundo después toma la toalla mojada que había dejado a un costado mío hace apenas unos minutos y la hecha sobre nuestras piernas para que así, nuestros miembros, no queden al descubierto.

-Dame tu mano- digo señalando su mano derecha.

Por un momento Fernando duda, pero al final la estira, así, comprobando mis sospechas. Por su antebrazo, corre un fino hilo color carmesí apenas perceptible por el agua.

-¿Qué te paso?

-Yo...-su voz tiembla-. Yo... me estaba duchando cuando alguien grito... ¿qué es lo que grito esa persona?- se rasca la cabeza con el brazo que tiene libre tratando de recordar-. Ah! Grito: definitivamente no! Entonces me di la vuelta, pero al hacerlo mi brazo roso con la llave del agua...

-Ya veo...- la culpa remplazo la punzada de dolor, que hasta hace unos momentos, había estado en mi estómago.

Siento como la sangre sube a mis mejillas, Fernando mantiene la cabeza hacia un lado para evitar que nuestras miradas se encuentren. Impulsivamente, levanto el brazo de Fernando y con la punta de mi lengua, limpio el rastro de sangre que hay en él. Siento como el cuerpo de Fernando se tensa bajo mi agarre.

-¿Está todo bien?- pregunto mientras depósito su brazo en su costado.

Inesperadamente, Fernando me toma por el cuello y me besa en los labios, mi cuerpo se pone tenso, después mis manos se escabullen hasta encontrarse con la cintura de Fernando.

Su lengua insiste en entrar en mi boca y finalmente, concedo el deseo del chico permitiendo que su lengua baile junto a la mía, mientras tanto, empieza a jalar su cuerpo hacía atrás, jalando el mío a la vez.

Ambos terminamos recostados en el suelo, yo sobre él, y por primera vez en todo el día, siento el agua caliente chocando en mi espalda, en realidad, la habitación se empieza a calentar... no. No es la habitación, solo soy yo, yo y este deseo incontrolable de mantener al chico junto a mí.

Muerdo juguetonamente su labio inferior antes de separ nuestros labios, él se ve agitado, su pecho sube y baja rápidamente en un intento de que el aire llene sus pulmones de nuevo, sus manos en mi espalda, mis codos a sus costados me sirven de apoyo para así, no aplastar al pequeño.

-Daniel yo...- su cabeza hacia un lado, con una mano, lo tomo por el mentón y le obligo a girar su cabeza, de tal modo que nuestras miradas se encuentran.

-¿Tú...?

-Yo... ¡Te amo, Daniel! Te amo, te amo... Te amo y quiero ser tuyo de todas las formas posibles, o mejor dicho, quiero que seas mío de todas las formas posibles.

El rubor adorna sus mejillas, una sonrisa pícara invade mi rostro. Se ve más frágil de lo común, siento que en el momento en el que diga algo, él se romperá, pero no quiero romperlo, quiero protegerlo de quien quiera lastimarlo. Quiero ser el que vuelva a unir todas sus piezas cuando alguien haga que se quiebre en mil pedazos, sin importar el tiempo que me lleve, alegremente tomaría esa tarea una y otra vez con tal de ver esos ojos...

-No sabes lo que dices- fue lo primero que emano de mi boca, en aquel momento había un brillo especial en sus ojos.

Depósito un tierno beso en sus labios y me siento sobre su estómago, escucho como se escapa un pequeño gemido de entre sus labios, entrelazo mis manos con las de él y me vuelvo a recostar, haciendo que nuestras manos queden por encima de nuestras cabezas. Lo beso nuevamente, pero esta vez, por más tiempo, despego sus labios de los míos y levanto mi rostro un poco para poder mirarlo a los ojos.

-Creo que... quiero que seas mío, completa y solamente mío- las palabras salieron naturalmente de entre mis labios.

Volvimos a besarnos, libere sus manos de las mías y él las coloco en mi cintura, ascendiendo lentamente hasta sujetar mi cuello, cada lugar en el que él había tocado, ardía, ardía como el mismísimo infierno, y extrañamente, se sentía bien.

Vuelvo a sentir su cuerpo tensándose bajo el mío.

-¿Estás bien?- pregunto y retiro un mechón de pelo que se le pega en la frente.

-N-no...- se sienta y se pasa una mano por el cabello.

-¿Qué sucede?

-D-dímelo tú...-se cubre el rostro con las manos-. ¿No gritaste hace unos momentos que eras hombre?

-Pensé que no me...- le quito las manos del rostro.

-Pues sí, si te escuche... Así que dime, ¿solo estás jugando conmigo?- su voz suena seria, su rostro totalmente enrojecido.

-Yo...

Es verdad, ¿qué estoy haciendo con Fernando? ¿Jugando? ¿Experimentando?

Una sonrisa se dibuja en su rostro, pero no era cualquier sonrisa, era una sonrisa llena de ironía. Se pone de pie y se va, y me quedo ahí sentado, el agua de la regadera se empieza a sentir fría contra mi piel.

Y me doy cuenta de que no era el agua, ni la habitación, y mucho menos era yo... sino él. Él era la persona que necesitaba para que mi vida fuera más cálida. Él y solo él...

Say I Love You. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora