Capítulo 12: Es culpa de la felicidad

43 6 8
                                    

La lluvia siguió cayendo. No era la clase de lluvia agresiva que hace que todos corran a refugiarse, era la clase de lluvia que hace que quieras permanecer afuera y acostarte en el suelo, y sentir como las frías gotas de agua resbalan por tu cara. Cerré los ojos, esta extasiado por la lluvia.

-¿Daniel? -era Fernando, sacándome de mi ensimismamiento-. ¿Crees que sería posible volver a los viejos días?

Suspire. Dios, eso era lo que mas anhelaba en estos momentos. Que nada hubiera pasado, que papá viajara constantemente y que regresará con un un regalo para Denisse, mi madre y para mi. Ir a los entrenamientos de voley con Fernando y Noan, reír por cosas estúpidas, correr bajo la lluvia a la salida del colegio...

¿En que momento todo se quebró? ¿En que momento deje de reír por cosas tontas y empecé a preocuparme por cosas de adultos? ¿En que momento mi mentalidad cambio? ¿Por qué lo que era importante, ahora era solo un juego de niños?

- Eso es lo que más quisiera, Fernando -suspire-. Pero no puedes obtener algo con solo desearlo, esa es la cruel realidad, y es nuestra. Y no podemos hacer algo para cambiarlo. A veces pienso que en mi destino esta escrito, ser miserable. Quizás sea lo único para lo que soy bueno.

- Estas diciendo tonterías, nadie esta destinado a ser miserable. Cada persona decide como vivir su vida. Ser miserable o no, ¿acaso no podemos decidir eso? ¿No son nuestras acciones las que determinan como viviremos por el resto de nuestras vidas? Si crees que eres miserable, es porque así lo has decidido, y solo tu puedes cambiarlo. Nadie decide sobre tu futuro, mas que tu.

- Pero, ¿y si todo lo que he hecho, lo he hecho mal? Y si todo lo que creí haber hecho bien, ¿solo ayudo a que mi caída fuera mas dura? ¿Cómo saber si estoy bien o estoy mal?

- Eso, lo tienes que descubrir por ti mismo. Nadie puede juzgar tus acciones, más que tú. Preguntate, todo lo que haz hecho, ¿te ha llevado al lugar que querías? Y si no es así, ¿por qué no intentas cambiar tus acciones para llegar hasta donde quieres? ¿A caso quieres ser miserable por el resto de tu vida?

- Nadie quiere ser miserable...

-¿ Y por qué tienes que ser tú la excepción?

- Yo no... -las palabras abandonaron mi lengua.

Mi mente se lleno de preguntas, de recuerdos, y por primera vez, de respuestas.
¿Cómo no me había dado cuenta antes? ¿O quizás lo sabía, pero no quería ver la verdad? Después de todo, los humanos aceptamos la mentira por miedo a la verdad. Y yo no había sido la excepción.

Hasta aquel momento había permanecido inquebrantable. Pero la verdad me rompió, la verdad siempre era dura. Y simplemente, me heche a llorar.

- ¿Daniel?

- Perdoname por ser un idiota, por lastimarte y por no ser sincero!

Fernando me acuno en sus brazos, me aferre a su cuello, Dios! Lo amaba tanto. ¿Por qué era que los humanos lastimabamos a quien mas amabamos? ¿Será que no estábamos hechos para amar? ¿O será que no creíamos que alguien mas nos podría amar, así que íbamos y los lastimábamos para comprobar nuestra teoría?
¿O sería que el amor no era algo mas que una bomba? Si. Una bomba que solo servía para destruir. Destruía todo lo que encontraba a su paso. No media las consecuencias. Pero, ¿quién detonaba esa bomba? ¿Quién decidía cuando era el momento justo para destruir todo lo que se había construido? La felicidad. No había otra explicación. Porque era justo cuando estabas en la cima de la montaña rusa, cuando creías que ya no podrías ser mas feliz, cuando empezabas a descender en picada. Y entonces, la bomba explotaba. Y todos tus sueños y esperanzas se convertían en cenizas que se alejan con el viento. Y la persona que alguna vez estuvo ahí, de pie a tu lado, simplemente empieza a caminar y a alejarse de ti, y te das cuenta que por mas rápido que camines, ya no la puedes alcanzar. Y finalmente, te encuentras caminando solo, sin rumbo fijo, rodeado por un montón de sombras, intentando encontrarte con alguien que te haga sentir de la misma forma que esa persona que se fue, que pueda construirte del montón de cenizas que eres, que se enamore de lo que alguna vez fue y que no volverá a ser. Pero nunca sera lo mismo. No podrás volver a amar tanto a alguien como a ese quien fue tu primer amor.

- Lo siento tanto, Fernando...

- No te disculpes -acariciaba mi cabeza suavemente, tratando de tranquilizarme -. Pronto todo estará bien. Yo estaré para ayudarte a salir adelante...

Abrí los ojos, Fernando miraba hacia el frente, por un momento su rostro dejo de ser el de un niño de 13 años.

Y lo besé.

No fue un beso agresivo, ni desesperado. En sus labios encontré el consuelo que necesitaba. Sus labios se movían siguiendo el ritmo de la melodía de la lluvia, era tranquilizador. Sus labios eran mas cálidos de lo que recordaba. Lleve una mano a su mejilla y la acaricie con el pulgar, su piel era tan suave. Él me apretó mas contra si.

Deseaba permanecer así por siempre. Pero desearlo... no era mas que un juego de niños.

Say I Love You. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora