Leah corre hacia mí con una energía desbordante y se lanza a mis brazos. La cojo al vuelo, sonriendo al escuchar su risa llena de inocencia.
— Cariño, él es tu padre... —digo, intentando ponerle palabras al momento.
— Lo sé, Derek Black —me corta con una confianza que me sorprende.
Con un gesto tierno, extiende su pequeño brazo y acaricia suavemente el rostro de Derek. Él se queda inmóvil, congelado por un segundo, como si estuviera asimilando el hecho de que su hija, por fin, lo está tocando. Tal vez lo que Leah busca es encontrar algo que los una, algo que los conecte, además del color de sus ojos y su cabello. Con una sonrisa, aleja su mano de su rostro, dándole espacio para respirar con tranquilidad. Los ojos de Derek brillan con una emoción pura, una felicidad que nunca había visto antes... aunque me duele admitirlo, miento. La última vez que vi esa felicidad en su rostro fue el día de nuestra última boda.
El silencio cae por un instante, hasta que Leah, con una inocencia que parece no entender la complejidad de las palabras, dice:
— Mamá, quiero ir a Central Park.
Asiento con una sonrisa, aunque sea forzada, y la dejo en el suelo, ayudándola a salir del coche. Al asegurarme de que Leah esté bien sujeta con el cinturón de seguridad, mi mente comienza a dar vueltas. Este es el último lugar donde me gustaría estar en este momento, especialmente con todo lo que Derek me dijo. Tal vez él merezca alguien mejor. Después de todo, él ha sido la persona que más feliz e infeliz me ha hecho al mismo tiempo en toda mi vida. No importa lo que pase, siempre acabamos juntos, como si nuestros cuerpos fueran imanes, atraídos irremediablemente por una fuerza magnética que ni el tiempo ni la distancia pueden romper.
— Mamá, baja —dice Leah, saltando en su lugar, con una energía que sólo ella tiene.
No me di cuenta de cuándo Ronnie detuvo el SUV ni cuándo Derek desabrochó el cinturón de seguridad de nuestra hija y ambos bajaron. Leah, con una pequeña mano en la de su padre, parece aferrarse a él como si temiera que se fuera. Derek la mira con una fascinación palpable, como si nunca hubiera visto a ese pequeño ser tan cercano, tan parecido a él.
Durante todo el tiempo que hemos estado caminando, Leah no ha soltado a su padre, lo cual me conmueve. A Derek parece gustarle, porque ni siquiera ha intentado liberarse de su agarre. Al ver los pequeños nudillos blancos de Leah, sé que lo sujeta con fuerza.
—Mamá, quiero helado —dice ella, haciendo un puchero.
—No —respondo al mismo tiempo que Derek pregunta—: ¿Qué sabor te gusta?
Derek me mira como si le hubiera prohibido respirar, pero ya es hora de almorzar y necesita comer algo sólido, no dulces.
—Ahora buscaremos un puesto de helados —le dice con una sonrisa.
No me gusta que me contradigan, no cuando se trata de Leah, y ella lo sabe.
—Pero mamá no quiere —responde mi niña, agachando la cabeza, con ese tono suave que tiene cuando se siente un poco avergonzada.
Leah sabe que cuando digo "no", es un "no" firme, sin lugar a dudas. Pero Black parece no entenderlo, y eso me incomoda. Es tan importante que los hijos aprendan cuándo insistir y cuándo no, cuándo una decisión de su madre debe ser respetada sin cuestionarla. Nunca le he levantado la mano a mi hija, nunca he necesitado hacerlo. Ella no me teme, me respeta. La relación que tenemos se basa en eso, y sé que Derek no entiende esa dinámica. Quizás porque nunca ha sido padre, o tal vez porque no conoce lo que significa educar a un niño con firmeza pero con cariño.
—Te tiene miedo —dice Derek en un tono acusador, como si le estuviera haciendo algún daño. Su mirada se torna intensa, y sus ojos, llenos de sorpresa, no parecen creer lo que está viendo—. ¿Qué te hizo? —pregunta, suavizando la voz y agachándose para quedar a su altura.

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El amor es....(ADDD)
CasualeDespués del intento de asesinato que casi le cuesta la vida, Derek logró sobrevivir... pero no salió ileso. Algo mucho más valioso que la sangre se derramó ese día: sus recuerdos. Las memorias que guardaban su historia con Alex, el amor de su vida...