Despierto antes que los primeros rayos de sol puedan colarse por las rendijas de la ventana. Nunca antes había tenido tantas pesadillas juntas, lo peor de todo, es que no eran verdaderamente pesadillas, tal vez era mi conciencia quien no me dejaba tranquila.
Me veía en un prado, podría parecer una hermosa estampa, pero no lo era en absoluto. Mi rostro tenía las facciones regias, la hierba que pisaba parecía quemada, vestía ropas oscuras, y mis ojos habían perdido su color. Estaba sola, y el cielo gris parecía teñido del humo de alguna fábrica.A todos lado donde mirase, había sombras que parecían fantasmas. Sombras de personas estaban a mi alrededor, quería ir hacia donde había sombras, pero las sombras solo eran un reflejo de las personas que habían estado a mi lado en su momento. Me había quedado sola, y ya era demasiado tarde para remediarlo.
He abierto los ojos lentamente, ubicándome en el lugar. Sabiendo que hoy es el día en el cual me voy al internado, y deseando seguir viviendo en la pesadilla que se llevaba a cabo en mis sueños hacía apenas unos minutos. Vuelvo a cerrar los ojos, pero el sol ha salido, es una lástima que en mi mundo sólo haya nubes oscuras.
Me levanto desganada, sin fuerzas para dar ni un paso. Me miro en el espejo, no me obligo a fingir más sonrisas. Es inútil, ya el dolor es eterno y ha marcado cada milímetro de mi piel, tanto lo que se percibe como lo que es imposible de ver.
Dicen que las despedidas son duras, bueno, al menos en mi caso no lo serán. Me vendrá a recoger un taxi en unas horas, porque mis padres no pueden llevarme. El taxi lo ceden los mismos directores del internado para llevarme hasta allí.
Las maletas están en el suelo de la habitación y hay ropa desordenada en mi habitación que no me molesto en guardar a mi armario. Miro la habitación una vez más, tantos recuerdos amontonados que luchan por clavarse como flechas en mi interior. De tanto dolor que me ha inundado, no sé qué emociones más existen. Supongo que es lo más conocido para mí.
Unos leves toques en la puerta me despiertan de mi ensoñación, pero lo ignoro. Sé que al otro lado de la puerta estará mi madre o tal vez mi padre.
—Zoe, al menos déjanos decirte adiós—escucho a mi madre seguido de murmullos fuera de la habitación, deben estar pensando en qué me pueden decir, pero no comprenden que para mí sus palabras son vacías y carecen de emoción.
Cierro los ojos con fuerza, deseando poder seguir en mi pesadilla, al menos ésta es solo un reflejo de la realidad. Y en éstos momentos la realidad me parece peor.
Varios segundos más tarde, se dan por vencidos, y escucho pisadas en dirección contraria alejándose de mí. No saben lo que pienso que ahora ellos serán para mí. Serán sombras, figuras y formas desconocidas, que en su día estaban tan unidos a mí que sentía como una segunda piel, pero que ahora son intangibles como el viento.
Abro las cortinas, la luz entra en el interior de la habitación y no puedo evitar preguntarme, ¿porqué aún existe la luz? Bajo un poco las persianas, hasta que de esa luz, solo queda una rendija. Es lo que más acorde va conmigo, al menos por hoy. Cuando siento que llevo un pañuelo en los ojos que me impide mirar más allá de la venda.
Apenas son las siete de la mañana, en condiciones normales, me prepararía para ir a clase, a pesar de que a última hora tomara uno de mis desvíos en dirección a algún lugar que no implique ni profesores ni compañeros. Pero esta vez no es así, no hay nadie esperándome en la entrada de la clase, ni siquiera mi única amiga. No habrá nadie para cuando yo llegue, porque... Me voy, y hoy dejo de ser la Zoe que creyeron conocer.
Voy al baño y después me dirijo al tocador, y me maquillo durante unos minutos. En realidad, odio el maquillaje, pero siento que es una máscara que me cubre, y que cuando maquillo mis ojos completamente de negro, la gente no tiene más que hacer que mirarme a los ojos para descubrir cómo es mi alma.
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Sombras a mi alrededor
Teen FictionRabia, Rencor. Lágrimas que no aparecen Pero que están en un interior. Miradas salvajes, nubladas por velos de sangre que cubren los ojos. Gritos y palabras hirientes. Arrepentimientos después. Puños cerrados, y sonidos ensordecedores. Alg...