El día amanece en una permanente calma. Despierto cuando los primeros rayos de sol se cuelan por la ventana y me iluminan débilmente. En el escritorio, veo una luz de color verde que parpadea con insistencia, tengo un mensaje. Desconecto el móvil, y encuentro no sólo un mensaje sino varios de mi primo, quien seguramente deberá estarse preguntando sobre cómo estoy. Él ha sido el único que cuando le he necesitado ha estado a mi lado, siempre he podido hablar con él, me sentía escuchada y comprendida. Tal vez desde que estoy aquí, a menudo, con los días, siento un poco de añoranza hacia él, no hacia los demás. Varias veces me he preguntado cómo estará, siento que es más que mi primo, es como si fuera un hermano, el hermano que nunca he tenido, él me ha cuidado cuando lo he necesitado, y me ha salvado en ocasiones de mí misma.
Cuando digo que me ha salvado de mí misma, me refiero a que me ha protegido de la violencia, jamás me ha juzgado por mi modo de actuar, siempre ha estado a mi lado, a veces no hacía falta que hablara, para sentirme un poco mejor conmigo misma.
Recuerdo cómo a menudo, en los días que tenía ataques repentinos de rabia, él no se molestaba en tranquilizarme, me dejaba ser yo misma, pero al mismo tiempo evitaba que me hiciera daño, muchas veces fue él quien evitó que hiciera alguna locura. Es por él que he ido sufriendo día tras día de mi vida, ahora me toca comenzar a vivir.
Sigo mirando la luz verde parpadeando en mis ojos, la pantalla se ilumina, veo una llamada entrante, es Santiago, sin pensarlo dos veces, le devuelvo la llamada. Miro hacia el reloj mientras espero a que responda, sólo son las seis. Cuando escucho su voz, siento que después de varios días, es lo único más cercano a mí que tengo. Su voz me resulta conocida, y de algún modo cuando le escucho me siento más tranquila, libre de poder decir lo que durante tanto tiempo he ocultado.
-¡Zoe! ¿Cómo estás? He estado muy preocupado por ti, tus padres no me querían decir dónde estabas... ¿No tenías el móvil contigo? ¿Te han aislado? ¿Te han hecho daño?-Comienza con un sinfín de preguntas que me comienza a marear a medida que las formula.
-Santiago, tranquilo, estoy bien.-Digo aunque a menudo no lo creo. -No te preocupes por mí, y antes de que sigas con una batalla de preguntas déjame hablar.-Al otro lado de la línea se hace un silencio prolongado y sólo escucho su respiración, así que comienzo a relatar. -Estoy en el internado Zafiro, digamos que tienen unas formas de ser muchas veces particulares. Su filosofía es pulir a los internos como lo harían con las piedras preciosas, y ahora que comprendo cómo lo hacen, sinceramente no me gustaría ser jamás ninguna piedra.
Espero a que me diga que no comprende mis palabras, pero sé que él, aunque mis explicaciones parezcan inversemblantes en algunos momentos, intenta encontrar el sentido a mis palabras, y ante todo siempre me escucha, aunque pueda emplear su tiempo en miles de cosas más.
-¿Dónde está el internado?-Pregunta y le doy la dirección. -Pero... ¿Estás bien? ¿Te han hecho daño?-Pregunta nuevamente, con aprensión en su voz, también con temor.
-Han pasado muchas cosas, pero no me veo suficientemente fuerte como para decírtelas por el móvil.
-¿Me las dirás si me presento allí?-Pregunta y no me deja responder.-¿Cuál es el día de las visitas?
-Es el domingo.-Me limito a decir, mientras siento que podría hablar de infinidad de temas, pero en éstos momentos, ninguno llega a mi mente.
-¿Tienes compañía?-Miro a mi alrededor, estoy en la más completa soledad, él mejor que nadie, conoce mi soledad, sabe que soy una persona que se ha ido recluyendo cada vez más en su interior, me he protegido con corazas en las cuales nadie podía acceder.
-Los primeros días estuve acompañada por un chico... Después se fue.-Omito que ahora estoy sola, de algún modo, la soledad, que a veces ha pasado a ser un refugio y me parece que es mi zona más cómoda, otras veces siento que la soledad me abruma, me hace daño. Las personas nos destruimos las unas a las otras, pero también nos ayudamos. Y ahora la soledad, hay momentos en los que el no escuchar más sonido que el de mi propia respiración, me es extraño.
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Sombras a mi alrededor
Teen FictionRabia, Rencor. Lágrimas que no aparecen Pero que están en un interior. Miradas salvajes, nubladas por velos de sangre que cubren los ojos. Gritos y palabras hirientes. Arrepentimientos después. Puños cerrados, y sonidos ensordecedores. Alg...