A veces, huir no sirve de nada. Echar a correr intentando escapar de una situación es absurdo. Y más aún cuando sabes las consecuencias que te encontrarás después.
Lentamente me giro, y me encuentro cara a cara con Mateo. Empalidezco, ahora sé que me iré de la habitación. ¿Qué puedo decir? No hay nada de qué hablar, lo ha visto, y ahora solo le ha sido confirmado aquello que ya intuía.
—No hace falta que expliques nada—responde a mis pensamientos. No tengo fuerzas para mirarle, ¡una cosa que era buena en el internado! ¡Solo necesitaba algo para poder sonreír! y... ahora todo parece desaparecer. La oscuridad lo nubla todo.
—Recoge tu habitación y haz las maletas—estoy a punto de protestar pero me hace callar.—Nada de lo que digas justificará tus acciones. Cuando llegaste, te dije que las personas con quienes te relacionases no eran de mi incumbencia, ya que eres mayor para decidir qué hacer con tu vida, pero no me esperaba eso de ti, Zoe.
—¿Dónde hay alguna norma entre las miles que hay que prohíba el amor?—me quejo—¿No sería acaso peor que le nos insultáramos?—su mirada enfadada me obliga a dejar de hablar, pero las preguntas se amontonan en mi cerebro, tantas cosas por decirle...
—Solo ha sido un beso...—miento, y por la mirada que me lanza sé que no hago más que empeorar la situación—No es ningún delito... ¿Por qué me tengo que ir?—intento hablar con él para hacer tiempo, a esperar que llegue Adam y al menos le pueda decir adiós.
¿Qué vendrá a partir de ahora? Pero pase lo que pase, me escaparé todas las noches, aunque me castiguen mil veces con tal de verle una vez más.
Un dolor impasible me ataca y siento que el dolor de que te separen de alguien es el más fuerte.
—Zoe, no está prohibido en ningún lugar que ames a una persona, pero para mí sí—me dice y veo un destello de tristeza tras sus ojos.
—¿Por qué?—vuelvo a preguntarle cada vez más desconcertada. Y entonces, cuando le miro fijamente a los ojos, me doy cuenta de algo. —No puedes quererme—ni siquiera lo pregunto, lo afirmo porque me doy cuenta de qué es lo que ha estado ocultando todo este tiempo.
—No te quiero—me dice con una mueca de desagrado.
—¿Entonces de qué se trata?—necesito saber qué piensa, o al menos saber las razones que le han impulsado a separarme de Adam.
—No soporto verte con él. —Dice y se cruza de brazos—Tal vez ahora no lo entiendas, pero más adelante ya verás porqué.
—No pienso irme de la habitación a menos que me digas qué ocurre—contraataco.
—Elige tú misma—dice con indiferencia—si no te vas de la habitación le castigaré a él. Lo que viviste hace unos días, no será nada comparado con lo que le espera si no haces lo que te ordeno.
Tiemblo y siento que me voy a caer, pero a pesar de todo, me es imposible dejar de pensar en sus palabras. ¿Sería capaz? Por supuesto que sí, ya me vio sufrir hace unos días y ahora... ¿Qué quiere de mí? Me siento como una muñeca, que mira a su alrededor, pero está vacía de vida. Ahora yo soy así. Así acabaré con el paso del tiempo aquí, siendo una frágil muñeca de porcelana.
—De acuerdo, me iré.—Accedo mientras veo a Adam llegando a lo lejos, se detiene a hablar con alguien y lo único que quiero es que se vaya Mateo. —Pero no le hagas daño a Adam.
—Muy bien, le amas realmente como para ponerte tú en peligro antes que él.
—Haría lo que fuera por Adam—digo en voz baja—pero por favor, vete, déjame recoger las cosas y hablar con él.
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Sombras a mi alrededor
Teen FictionRabia, Rencor. Lágrimas que no aparecen Pero que están en un interior. Miradas salvajes, nubladas por velos de sangre que cubren los ojos. Gritos y palabras hirientes. Arrepentimientos después. Puños cerrados, y sonidos ensordecedores. Alg...