Voy andando por frías y grisáceas calles. El viento sopla en mi dirección, estoy sola. Las luces de los fanales, son el único punto de luz que hay. Los árboles ya no tienen hojas, estamos en invierno. Sigo andando por caminos que conozco y a la vez no. De repente, me detengo delante de un edificio vagamente familiar. Llamo a la puerta, pero nadie me abre la puerta. Un momento, ¿Es mi casa? Hace bastantes meses desde la última vez que estuve aquí, y si es mi casa... ¿Porqué no me abren?
Llamo repetidamente, con insistencia, tengo frío y sólo quiero entrar en casa. Pero... ¿Porqué estoy en plena noche en la calle? Finalmente, la puerta se abre, y veo a mi padre con expresión enfadada, me sorprendo porque no recuerdo haber hecho nada.
-¿No te dijimos que te fueras?-Empieza a decir, pero no comprendo sus palabras.
-No lo sé.-Es lo único que le digo, una respuesta inconclusa, para una pregunta que no comprendo.
-Ya no somos tu familia.-Dice serrando los labios, pocas veces he visto a mi padre así de enfadado. Cierra la puerta en mis narices, y permanezco sorprendida.
Ando en dirección contraria, ya no son mi familia. ¿Porqué? ¿Qué he hecho? Me pregunto a pesar de tener la respuesta bastante clara. Yo y mi rabia, mi única amiga. Todas las piezas del rompecabezas comienzan a encajar. Me adentro en calles en las cuales nunca había estado, o no creo recordar.
A mi lado veo una sombra, más adelante otra. ¿Y las personas? Todas aquellas sombras me señalan, se burlan de mí, me juzgan, me menosprecian. Pero ésas sombras que pertenecen a personas queridas algunos días sonreían conmigo. Eso en un pasado, todo éso ocurrió cuando era una niña más. Alguien a quien le gustaba jugar con muñecas con mi madre, y con mi padre jugaba a fútbol.
Las sombras me persiguen, me siguen de cerca, y cuanto más rápido voy, ellas también aceleran más en mi dirección. Están aquí para recordarme todos y cada uno de los gritos que en su día de mí salieron. Puedo escuchar en la lejanía voces distorsionadas, gritos, exclamaciones, llantos. Me detengo, las sombras también se detienen. Lo he destruido todo, y ahora de todas las personas, de toda mi familia y amigos, sólo me quedan sus sombras.
Reflejos de personas que en su día me quisieron, y que aún me aman, pero ya todo es diferente. He perdido su amistad, su confianza. Y ahora las sombras me lo recuerdan a cada hora. Ellos se han alejado de mí, pero yo fui la primera persona en dar el paso en el camino equivocado.
Sombras de diferentes formas y tamaños, tras cada sombra se adivina una persona, alguien que en su día, tomó algo de importancia en mi vida, y que ahora ha pasado al olvido.
Puedo ver delante de mí a mis padres, mi madre ya no llora, su posición es fuerte, como si me dijera que ahora no la podré derribar. Ya se ha repuesto, ya es diferente, yo también lo soy. Quiero decirles que he cambiado, pero nadie lo creería, nadie me creería.
Las palabras se quedan ahogadas en mi garganta, antes siquiera de salir. Los recuerdos amontonados en mi mente, algunos claros como si los viviera en éste momento, otros difuminados en algún punto de mi mente.
Después de pensarlo, me acerco a ellos, a la sombra que queda de ellos. Pidiendo una segunda oportunidad, pero lo que no sabía es que a veces, cuando lo has destruido todo, también has acabado con las oportunidades. Como si fuera un juego en el ordenador, siempre puedes reiniciar, pero a medida que vas gastando oportunidades, tú también pierdes fuerzas, hasta que el ordenador se apaga.
Cuando puedo tocar las sombras, éstas desaparecen, se pierden en la oscuridad de la noche cómo si solo fueran humo pero quedan otras muchas a mi alrededor, que cada vez parecen estar más cerca de mí.
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Sombras a mi alrededor
Teen FictionRabia, Rencor. Lágrimas que no aparecen Pero que están en un interior. Miradas salvajes, nubladas por velos de sangre que cubren los ojos. Gritos y palabras hirientes. Arrepentimientos después. Puños cerrados, y sonidos ensordecedores. Alg...