Capítulo 28

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Las doce de la noche. Todas las luces están apagadas, el internado está en un completo silencio espectral que a la luz de la luna te pone los pelos de punta.

Con el corazón en un puño, me incorporo en la cama, intento hacer el menor ruido al abrir la puerta. A fuera, los vigilantes, están echando una cabezada, sonrío y suspiro aliviada. Desde que le dije a Mateo que habían demasiados vigilantes, mi vida aquí está un poco menos controlada, lo que sinceramente agradezco.

Voy literalmente andando de puntillas, a menudo alguien usa esa expresión para decir que va por la vida intentando no destacar mucho, sin meterse con la gente, pero yo ésta vez intento ser lo más invisible posible si no quiero otro castigo nuevo, principalmente por la razón en que hasta a mí se me han agotado las ideas de los posibles castigos, ¿Qué más podrán hacer conmigo? No lo sé, y tampoco deseo saberlo.

A menudo que aquí pasan los días, intento volverme invisible, me gusta andar por los pasillos y que nadie sepa mi nombre, pero eso no es posible cuando tienes una pésima reputación, y por algún modo toda la gente te conoce, se gira al verte pasar, te mira de reojo y se aparta de tu lado. A medida que pasan los días, ignoro a mi alrededor, y hago como si ellos hicieran lo mismo conmigo.

Puedo escuchar mi corazón latiendo fuertemente en mi pecho, mi respiración entrecortada, temerosa de que alguien me descubra yendo al despacho de Mateo. ¿Porqué hago todo esto? Me pregunto internamente tras cada paso que avanzo, sé la respuesta, necesito hablar con Adam, y sé que haré lo que haga falta, a más, muchas veces no tiene precio la emoción que se siente cuando sabes que estás haciendo algo que no deberías.

Me acerco a su despacho, me parece increíble, como en apenas unos meses, he llegado a conocerme todo ésta inmensa cárcel, como la palma de mi mano, como si ya supiera la escasa decoración, o tal vez la monotonía de los días, que van pasando pero muchas veces no conoces su peso.

Cuando veo muy cerca su despacho, suspiro, sintiendo que sobre mis hombros tengo menos presión, estoy más tranquila. Justo entonces, escucho el sonido de unos pasos aproximándose, instintivamente cierro los ojos con fuerza, me agacho esperando que no me vean. Uno de los vigilantes va recorriendo los pasillos, me pregunto si me habrá escuchado, o habré hecho algún movimiento que me delatara. Pronto pasa de largo, y sólo cuando sé que no me ha visto, puedo respirar de nuevo.

Recuerdo cómo conseguí las llaves ésta mañana, al ver a Mateo, entré a su despacho y le pedí perdón por cómo le había dicho adiós, sinceramente, no tenía la mínima intención de disculparle, sabiendo que en el fondo no lo sentía en absoluto, pero en un descuido, cuando ha salido unos minutos del despacho, he cogido las llaves que estaban en un cajón del escritorio, y él tal vez horas más tarde crea que las ha perdido.

Saco las llaves de mi bolsillo, pronto la cerradura cede y se abre la puerta con un leve chirrido. Me apresuro a entrar en el despacho cerrando detrás de mí la puerta.

Miro a mi alrededor, todo el despacho está inundado por la oscuridad. ¿Dónde podrá estar la caja fuerte? El primer lugar que miro es el escritorio, intento ir descartando lugares en los cuales pueda estar la caja. Miro por todos los rincones algún indicio de que hay la caja metálica, pero no la encuentro. Tal vez la chica ésa me haya mentido, y la caja fuerte no esté en su despacho. Pero de algún modo sé que debe estar allí, el primer día, cuando llegué al internado, entregué mi móvil, y todo aparato electrónico que llevara, tal vez la caja fuerte no estuviera allí, pero sé dónde entregué el móvil.

Voy inspeccionando todo el lugar, mirando por los cajones repletos de pilas de papeles perfectamente ordenados en sus respectivos archivadores. Sin quererlo, a pesar de saber que no es lo más correcto curioseo un poco entre todos los historiales. Me dirijo hacia el último, allí está el mío con la etiqueta roja que dice Zoe Reyes, edad dieciséis años. Abro el historial y me encuentro con muchas frases con anotaciones. Tengo un amplio historial, y no precisamente por mi modélico comportamiento.

Sombras a mi alrededorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora