Abro los ojos, desconcertada mientras miro a mi alrededor sin comprender dónde me encuentro. Me levanto de la cama cuando veo girar el pomo de la puerta. Abren la puerta y permanezco sentada mientras observo que entra un chico en la habitación.
Ninguno de los dos habla. No nos saludamos, la llegada es fría y neutral, como lo han sido las horas en las que he estado aquí. Me fijo en los movimientos del chico, puede que él hasta sea mayor que yo, pero tiene algo de misterio, por su forma de ser que de algún modo me llama la atención. Sus ojos oscuros como la negra noche me miran, como si quisieran descubrir más de mí. En el hombro lleva una mochila que deja encima de su escritorio. Creo que él tampoco debe alegrarse por tener compañía.
Finalmente, da algunos pasos en mi dirección, y toma asiento delante de mí. Me sigue mirando pero contrariamente no me siento incómoda, es una sensación que no sé cómo describir. Varios segundos más tarde se decide a hablar, con una voz grave, pausada y en la que parece calcular todo lo que dice.
—¿Cómo un ángel como tú ha podido acabar en un infierno?—es lo primero que me dice, veo como el chico entrecierra los ojos, sonríe. Miro hacia la puerta, planeando mi huida.
—¿Qué haces aquí, preciosa?—formula con diferentes palabras, su tono es vagamente desinteresado, como si no le importara demasiado y solo hablara conmigo para pasar el rato. Por unos instantes me permito volverle a mirar. Tiene el pelo despeinado, y de un color tan oscuro que podría pasar por negro, su piel es blanca como la porcelana, y cuando le miro hacia sus penetrantes ojos, descubro que no son negros, sino de un color verde muy oscuro que me conducen a un misterioso mundo con cada mirada. Sus rasgos son marcados e intimidantes, como si hubieran sido esculpidos. Sin ser consciente de ello permanezco más tiempo del que debería mirándole. Pero él también me observa, tras unos minutos, desvía la mirada que tenía clavada en mí y yo miro por la ventana sin saber qué ha ocurrido. Me sorprendo a mí misma cuando hablo: —Tengo mis propios problemas, entre ellos, el ser violenta—admito los hechos y los pronuncio en voz alta por primera vez en mi vida, prosigo:—Mis padres no han podido soportarme más tiempo, realmente todo lo que me ha pasado me lo he ganado yo, y aunque a veces siento que estoy enfadada con ellos, sé que no es verdad, porque yo soy quien ha escogido su destino.
Él me escucha y asiente con la cabeza, ¡me comprende! ¿Cómo es posible?
Me parece adivinar un amago de sonrisa, pero creo que solo son impresiones mías.Se gira, me da la espalda y se encamina a la ventana, pasa los brazos a través de las rejas, y ladea la cabeza mientras observa que más allá del muro hay una autopista frecuentada como la mayoría, pero aquí no escucho ruido, me siento aislada del mundo en general. Y es entonces cuando me pregunto, ¿cómo ha conseguido abrir la ventana? Yo antes lo he intentado y no he podido, y además, ¿porqué las ventanas tienen rejas? Esto es una verdadera cárcel, y esta vez no tengo escapatoria. Mi conciencia se burla de mí y me dice con desprecio: «Lo tienes merecido».
Sin ser dueña de mis acciones, le miro atentamente, observo su cuerpo tonificado que me parece adivinar que se esconde debajo de unos pantalones vaqueros negros con los dobladillos gastados y una camiseta también de color negro que tiene las mangas rotas y descosidas. Parpadeo un par de veces y me sorprende cuando se gira repentinamente y me vuelve a mirar sin disimular una mueca de desagrado que tal vez le produzca el verme. Entonces, sin saber porqué, suaviza su expresión y la mirada salvaje e hipnotizante que tenía hace unos segundos cambia y habla.
—Soy Adam, pero hay quien me llama The Killer.
—Me llamo Zoe, y no tengo ningún apodo.—Digo pensando en lo que me ha dicho, seguro que es una broma, algo para que vaya con cuidado con él, pero nada que me pueda decir me asusta ni lo más mínimo.
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Sombras a mi alrededor
Teen FictionRabia, Rencor. Lágrimas que no aparecen Pero que están en un interior. Miradas salvajes, nubladas por velos de sangre que cubren los ojos. Gritos y palabras hirientes. Arrepentimientos después. Puños cerrados, y sonidos ensordecedores. Alg...