Capítulo 14

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Los días pasan, el ritmo marcado es lento pero constante. Los días llegan a su fin, y cada día que puedo estar al lado de Adam es lo mejor que le ha ocurrido a mi miserable vida. Duermo pensando en él, y en la penumbra de la noche sé que ambos pensamos en lo mismo pero nos negamos a decir nada.

Somos parte de un mismo mundo, nos hemos encontrado ahora, pero todo terminará. Lo sé, de algún modo lo sé, cuando pienso en ello siento escalofríos, tiemblo ante imaginármelo, pero todo termina llegando a su fin.

Hoy hace cuatro días que estoy aquí, cuento todos y cada uno de los días, con la esperanza de que pasen un poco más rápido, pero solo el tiempo deja de tener valor cuando estoy con Adam. Me maldigo a mí misma, la poca expresividad, los pocos gestos de acercamiento, mi forma de ser. Él merece alguien que no sea yo, no merece a nadie que tenga tallado la marca del dolor en sus ojos y en su alma.

Esta noche, me cuesta dormir, mañana comenzaré a estudiar de nuevo, pero eso no es lo que me preocupa, más bien me importa bien poco. Son las recurrentes pesadillas las que me impiden dormir. Siempre sueño en que estoy sola, pero miro a banda y banda y me encuentro con sombras, sombras que se han convertido en mi mundo. Las sombras son las personas que algún día estuvieron allí, son sombras, que me siguen de cerca, pero a la vez están lejos.

Despierto siempre de madrugada y muchas veces me es imposible dormir. Entonces pienso en Adam, le veo durmiendo en la otra cama, y me invade un dolor que no sabría cómo explicar. ¿Cobardía? Tal vez. Debería decirle que aunque odie el amor y las absurdas canciones románticas, le quiero, ¿cómo es posible que en cuatro días haya sentido algo que ni en años hubiese sido capaz de imaginar?, supongo que se debe a que nuestras almas están reflejadas. Somos espejos. Y eso lo sé desde el primer momento. Ambos tenemos marcas de dolor, de sufrimiento, pero también de maldad. Él también ha cometido crímenes que aterrarían hasta al más valiente. Algunas noches le escucho, y no lo creo. Él es como yo. Es por eso que alguna parte de mí quiere alejarse de él.

Y me pierdo en remolinos de emociones, de sentimientos que laten en el pecho, que a veces me ahogan y otras veces me hacen sentir en el cielo. Me gustaría poder gritar lo que siento, pero es tanto lo que siento, que supera a mis gritos.

Para mí el amor es igual de intenso que la rabia y el odio que me consume. Es algo que me lleva a la perdición pero al mismo tiempo me mantiene viva.

Miro el reloj, son pasadas las once de la noche, sé que Adam está despierto.

—¿Adam?—digo en un susurro.

—¿Estás bien?—pregunta con preocupación y me mira atentamente mientras que se incorpora en la cama. 

—Sí, pero siento que tendría que hablar, y no lo hago.

—¿A qué te refieres?—no le respondo. Insegura, me acerco a él, le miro mientras que la luna nos ilumina, por una vez seré valiente, y ya no me importa nada más. Le he encontrado, está aquí la persona que hace que mi mundo sea un caos pero al mismo tiempo que me hace sonreír incondicionalmente. 

Ambos nos miramos, él sonríe, yo también, impulsada por alguna fuerza que jamás he podido conocer. A excepción que siento que pasaría el resto de mis días mirándole, sabiendo que nuestros mundos son lo más parecido que encontraremos.

En la oscuridad de la noche, nos besamos. Finalmente ha llegado el momento por el cual había contado las horas, de una vez por todas he demostrado lo que sentía, porque sé qué siento por él, y ya no me importa decirlo. Sigo pensando lo mismo, pero necesitaba encontrarle, y él aquí está. Comienzo a ver un futuro, uno en el cual ambos estemos juntos, huyendo del mundo. Sería mi paraíso. Casi como un sueño de aquellos que parecen cercanos pero están muy alejados de la realidad. 

Sombras a mi alrededorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora