Capítulo 36

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Inspira, respira, tranquilízate. Me digo a mí misma mientras me dirijo al despacho de Mateo. Cuando ayer finalmente conseguí volver a mi habitación, ya olvidé por completo que quería ir a la biblioteca, sólo quería encerrarme en mi habitación, en mí misma. Cerrar los ojos, dormir, hacer como si nada hubiera existido, como si la pelea no hubiera sido real. Sin embargo, ahora estaba en problemas, lo sabía. Y en éstos momentos, a medida que avanzo por todos éstos impersonales pasillos, decenas de pensamientos ruedan por mi cabeza y me hacen sentir peor.

A medida que avanzo por los pasillos que están ocupados por pocas personas, observo a lo lejos a alguien que chilla. Es la chica. Veo cómo la arrastran, y cuando va a pasar por mi dirección está a punto de atacarme si no fuera porque la sujetan con fuerza y le impiden que se acerque.

-¡Esto no acabará así! ¡No es el final!-Grita frustrada en mi dirección, en cambio, hundo las manos en mis bolsillos y sigo avanzando, ignorándola. Aún a lo lejos, escucho las súplicas y las preguntas de la chica, supongo que para ella no deberá ser fácil pasar por otro castigo, pero para mí tampoco lo es.

Al llegar al despacho de Mateo, permanezco de pie unos segundos, podría no ir y así retrasar el castigo, pero... ¿De qué serviría? A veces lo mejor es acabar cuanto antes con el dolor.

Llamo a la puerta un par de veces, escucho que está hablando por teléfono, entonces, escucho cómo cuelga y me hace pasar.

-¿Cómo estás?-Pregunta evitando el motivo por el que he venido.

-Podría estar mejor.-Digo cabizbaja, mientras me pregunto sobre qué se trata el castigo, no estoy segura de querer saberlo. -¿Podemos hablar de mi castigo?-Me aventuro a decir no sin cierto temblor en mi voz. Al principio se sorprende pero después reacciona, detrás del escritorio, remueve una pila de papeles intentando encontrar entre ellos mi historial. Cuando lo encuentra, deja una hoja apartada de las demás y con un bolígrafo va escribiendo algo que no me molesto en leer.

-Bien, Zoe, como ayer te dije, sentía que habías cambiado.

-Ella se entrometió donde nadie le había dado ninguna voz.-Comienzo a decir sintiendo mi enfado.

-Aún así, Zoe, no deberías haber actuado así.

-¿Qué hubiera debido hacer? A caso... ¿Dejar que me siguiera pegando?-Digo elevando mi tono de voz y luchando por calmarme.

-No es así, deberías haber pedido ayuda, de ése modo ahora no estarías involucrada en otro castigo.-Dice suspirando con desgana. Desde los primeros días de mi llegada, cuando todo comenzó, ya supe que a partir del primer castigo a éste le seguirían algunos más.

Paseo mi mirada por el despacho, soy incapaz de rebatir argumento alguno y aunque lo hiciera no serviría de nada.

-Después de bastante pensarlo... Creo que a pesar de que el castigo empleado sea duro, es justo. No puedes olvidar del lugar en el que te encuentras, y es que aquí no se permite ningún tipo de violencia.

-¿Ni siquiera la que ejerciste conmigo?-Digo sintiendo que vuelvo a aquellas noches en las cuales eran mundos de pesadillas.-¿O eso sí que estaba permitido?-Digo con mucha ira.

-No lo está, pero ahora no estamos hablando de mí, sino de ti. ¿De acuerdo? Y debes saber que todo acto tiene sus consecuencias. Para tu información, debo decirte que ella salió más perjudicada que tú.

-¿Porqué?-Pregunto insegura.

-Le has roto la nariz. -Responde muy serio. Se supone que me debería disculpar y decir lo mucho que lo siento, sin embargo, no puedo hacer algo que no siento.

Sombras a mi alrededorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora