Adam llega a la habitación, pero apenas le veo. Mi visión borrosa me lo impide, con un gran esfuerzo intento incorporarme, pero aún me siento débil, frágil. Es la primera vez que me siento así.
Al principio, Adam parece no darse cuenta de lo que ocurre, habla animadamente de lo que ha hecho en la escuela, y pone especial interés en las clases de biología. No se fija en que estoy tumbada, sintiéndome peor que nunca.
—He oído que han castigado a una chica con mucha crueldad. Es la segunda vez que sucede, me pregunto qué habrá hecho...—estoy por no decirle nada, no quiero que aún tenga una impresión más mala de la que seguramente ya se habrá creado de mí. No obstante, mentir y no decir los problemas tal y como son, tampoco resultan ser la mejor opción.
Me mira, y por primera vez se da cuenta de mi estado. Si pudiera ser de cristal, ya estaría rota, y cada golpe solo me quebraría un poco más.
—¡Zoe! ¿Qué ha ocurrido?—pregunta con verdadera aprensión. Se acerca a la cama, donde me he vuelto a estirar, porque el mareo es tan fuerte, que veo cómo la habitación da vueltas a mi alrededor.
—He sido yo...—digo en un susurro que a penas escucha, cuando lo oye, empalidece y se tensa.
—¿Como que has sido tú?
—He sido yo, la segunda chica a la que le han castigado así. —Evito mirarle, porque no quiero que vea que en el fondo, estoy destrozada.
—Aún no lo comprendo. ¿Qué ha ocurrido?
—No sé si tengo fuerzas para hablar.
—¿Vamos al comedor? Ya es la hora de la comida...—dice en un intento de que salga de la cama, en la que el tiempo parece haberse detenido.
—Tampoco tengo fuerzas.
—Vamos, Zoe, no puedes estar todo el día aquí—me mira con comprensión y me siento aún peor.
—A veces lo único que desearía es dormir para siempre.
—Pero no puedes—dice como leyendo mis pensamientos.
—Así es, pero al menos cuando duermo, no soy consciente de la realidad.—Mi voz, triste, no es la de antes. Jamás mi tono de voz ha sido el más alegre del mundo, jamás cuando he hablado he emitido dulces melodías, más que el sonido de gritos cuando estaba enfadada.
Como no quiero pasar más rato lamentándome, y con pensamientos desordenados que carecen de orden, accedo a ir con él, porque realmente necesito salir de la habitación. Desganada, me pongo una sudadera, porque tengo frío y ando detrás de él. Aún todos los caminos son desconocidos.
—¿Me contarás alguna vez qué ha pasado?
—Creo que no, o sí, no lo sé. —Me sorprendo por la incoherencia de las respuestas. Hasta a mí me asombra ser capaz de responder así.
Llegamos al comedor, y una vez más hago lo de siempre, ignorar a la gente. Como si no existiera, y más hoy que tengo en mi rostro la marca del dolor.
La mayoría de mesas están ocupadas, así que dejo que él escoja. Nos dirigimos a unas mesas que parecen de gente un poco mayor que nosotros y dejamos nuestras bandejas. Observo cómo Adam habla con ellos, mientras que éstos me miran, pero yo no hago nada por empezar una conversación.
—Ellos son Esteban, Marcos y Lucas. Ella es Zoe.—Me presenta y me limito a saludarles.
Durante algunos minutos les escucho hablar entre ellos, pero Adam, no les presta apenas atención. Mira alrededor del comedor, como deseando que termine la comida, me pregunto a qué vienen las prisas, pero decido no preguntarle nada.
ESTÁS LEYENDO
Sombras a mi alrededor
Teen FictionRabia, Rencor. Lágrimas que no aparecen Pero que están en un interior. Miradas salvajes, nubladas por velos de sangre que cubren los ojos. Gritos y palabras hirientes. Arrepentimientos después. Puños cerrados, y sonidos ensordecedores. Alg...