Capítulo 20

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Intento aislarme en la biblioteca siempre que puedo, aprovecho cualquier oportunidad para estar rodeada de los libros. Necesito vivir en mi propio mundo, hacer como si nada de ésta cárcel existiera. Y mientras, los días van pasando. Hay días que no me gustaría volver a recordar, otros sin embargo sí que son para tenerlos presentes. No todo debería ser malo. Aunque cada vez en las que sonrío, pronto vuelvo a sentirme inundada por el dolor. 

He aprendido a temer la llegada de la noche, pero siento como si me hubieran cosido la boca, como si no pudiera hablar, y éso es lo peor. Me cuesta entender porqué entre todas las personas que hay tenía que dañar a la que está más rota por dentro. No entiendo cómo una persona puede ser capaz de hacer algo así, y menos a una chica menor de edad. 

Cuando le veo mientras estoy en el comedor, me siento paralizada, y más aún cuando me mira. Entonces, empalidezco, tiemblo, y si Elena está a mi lado comienza a sospechar que algo no va bien. Y es que es cierto, nada está bien. No puede estarlo cuando gran parte del tiempo sientes que vives rodeada por la soledad, y la otra mitad del tiempo, rodeada de pesadillas. Cada día que le veo él parece de mejor humor, sabe y no quiere ver cómo me está destruyendo. 

-Por favor, Zoe, dime qué ocurre. Somos amigas, ¿No? ¿Tan importante es lo que ocultas para no decirlo?

-Lo es, Elena, lo es más de lo que podrías imaginar. 

-Mira, no sé qué está ocurriendo en tu vida, pero es tan extraño que despiertes pálida por las mañanas que me hace pensar que estás enferma. 

-No puedo hablar. 

-Llevas en ése plan semanas, ¿Porqué no hablas con tus padres y al menos les explicas a ellos lo que sea que te hace daño?

-Ellos han sido los primeros en condenarme a éste daño, ahora no creerían mis palabras. 

-¿Porqué no lo harían?-Pregunta sin poder comprender la situación. 

-Porque es demasiado irreal. 

-No creo que lo sea. -Me levanto de la mesa y cojo la bandeja, igual que muchos de éstos días cuando me veo obligada a parar de hablar, porque cada vez que hablo siento un gran dolor de cabeza y una sensación desoladora que puede conmigo. 

En clase hay días de todo tipo, a veces, permanezco mirando hacia el asiento vacío de Adam, e imagino que está atento escuchando, y pensando en biología. Sólo entonces consigo sonreír, pero rápidamente vuelvo al mundo que me rodea, con sus preocupaciones, problemas, dudas incertidumbres, y sé que Adam ya está viviendo su vida, ajeno a todo lo que está pasando en la mía. De algún modo irracional, me es imposible parar de pensar en él, a la vez en que me pregunto si él pensará en mí. Tal vez lo haga. Tal vez no. No lo sé. 

Voy a clase, intento aislarme de todos los problemas, hasta que pasadas unas horas se vuelven a repetir, y así una y otra vez. A pesar de tener dieciséis años, creo que ya he vivido demasiado, demasiado dolor, demasiadas experiencias, demasiado de todo. 

Muchas veces permanezco en eternos diálogos conmigo misma, una parte de mí dice que debo ser fuerte para decir lo que ocurre, otra parte ésta deseando escaparse y busca posibles huidas y la última parte sabe que debe seguir resistiendo, porque la terminarán encontrando y nadie le creerá. 

He visitado a la psicóloga varias veces, intento aparentar normalidad. Pero ahora se extraña realmente por mi tono de voz, mis gestos, mi forma de ser en general. Parece que me hayan quitado vida. Antes era alguien que se rebelaba contra todo el mundo, ahora soy un reflejo. Aunque las técnicas del internado, con su sinfín de normas y demás, me están puliendo como a un Zafiro, eso ya lo sé, pero jamás me cambiarán mientras que me quede vida. 

Sombras a mi alrededorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora