Despierto con el mero deseo de que todo haya sido una pesadilla, pero antes de abrir los ojos, sé que no es así. La realidad es la que es, y al menos, por el momento, no hay ninguna escapatoria.
Aún sin estar del todo despierta, escucho un susurro de mi nombre. Me cuesta abrir los ojos y acostumbrarme a la nueva habitación, debo dejar pasar algunos segundos para ser consciente de todo lo que me rodea. Solo cuando veo a Adam sentado en mi cama mirándome fijamente con ésos ojos de un verde tan oscuro que me conducen a mil mundos abro los ojos.
—Buenos días, ¿cómo te encuentras?—me pregunta y me sorprende que se interese por mí. Han pasado algunas horas desde que me dieron los analgésicos así que me siento aún aturdida por la medicación, pero ésta contrarresta con el ardiente dolor de mi muñeca.
—Necesito más medicación.—Digo mirando hacia la mano con la venda. Le veo con la mochila, y los libros en el brazo, miro al reloj y sé que es tarde.
—¿Por qué no me has despertado antes?
—No quería hacerlo, te he visto tan tranquila, que no he querido despertarte.—Le miro sin comprenderle y él añade.—Parece que no pasas unas buenas noches.
—¿Por qué lo dices?—pregunto aún con más extrañeza.
—Diría que tus sueños se parecen más bien a pesadillas.
—Lo son—confieso.
—¿Por qué crees que son pesadillas?—Inquiere.
—Todo el sufrimiento por dentro que vivo, lo reflejo hasta durmiendo. Siempre tengo pesadillas. —Digo en voz alta algo que ni siquiera mis padres saben.—Supongo que es un tormento el saber que haces algo mal, y luego, en un lugar donde tú no tienes poder éstos se manifiestan a través del inconsciente. Son los remordimientos. Es como un zumbido en mi cabeza, y que hace eco en mi corazón.
—Puedo imaginarme cómo te sientes.—Dice mientras observo cómo su expresión se ensombrece un poco. Llaman a la puerta y Adam me dirige una última mirada antes de irse sin mirar quién hay al otro lado de la puerta. Veo a otro vigilante, lo reconozco por el uniforme.
—Ha llegado la hora del castigo.
—De acuerdo, ahora voy.—Me dirijo al lavabo, me cambio rápidamente la ropa, siento que no tengo fuerzas, ni paciencia, me siento viva y al mismo tiempo muerta.
No hago ningún esfuerzo por huir, me volverían a atrapar. No sirve de nada huir cuando te encuentran. No quiero que me pase como a Adam, intentarlo una y otra vez, y tras cada vez salir un poco más herida.
Abro la puerta, con inseguridad, desde que estoy aquí, mi sentido de fortaleza es distinto, es como si una desazón me invadiera noche y día.
—Vamos—digo cuando veo que el hombre se sorprende de que no oponga resistencia. Abro la puerta de la habitación, y no ando a paso rápido. Tal vez el vigilante piense que echaré a correr al primer descuido, pero hoy no será así, después de todo, me siento sin fuerzas.
—¿A dónde vamos?—aún me atrevo a preguntar, mientras abro y cierro los ojos con la esperanza de aún seguir durmiendo, pero ya hace rato que desperté. Me sorprendo cuando tengo hambre, tal vez hoy no desayune, pero ahora no me preocupo por ello.
El vigilante no me responde, por contra me lleva por diferentes caminos que no conozco, tampoco presto mucha atención. Me limito a bajar la cabeza ignorando todas las miradas acusadoras, las mismas que ayer se clavaron en mí.
Pasamos por el lado de una puerta que dice «Psicología», pienso que tendré que ir allí, pero pasamos de largo, y una incertidumbre y a la vez un cierto miedo empieza a adueñarse de mí. Inspiro aire profundamente, mientras llegamos a una habitación que sólo tiene una silla, al menos es lo único que veo, porque la habitación está sumida en la penumbra.
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Sombras a mi alrededor
Fiksi RemajaRabia, Rencor. Lágrimas que no aparecen Pero que están en un interior. Miradas salvajes, nubladas por velos de sangre que cubren los ojos. Gritos y palabras hirientes. Arrepentimientos después. Puños cerrados, y sonidos ensordecedores. Alg...