Despierto en medio de la noche, con la respiración entrecortada, sin poder parar de escuchar los terribles sonidos que en apenas unas horas había escuchado, y que de algún modo me acompañaban en mis pesadillas, volviéndolas aún más aterradoras.
Adam se despierta, y me mira preocupado. Intento volver a dormir, todo para aparentar que me encuentro bien, pero no es así, no estoy bien. Desde el castigo me encuentro mal, de algún modo que no sabría describir, pero no estoy bien.
—¿Qué ocurre?—pregunta soñoliento.
—Nada, todo está bien.—Me apresuro a decir, lo cual es mentira, pero no quiero que siga preocupándose.
—Dime qué ocurre, no te creo—¿Cómo ha podido saber por mi respuesta que algo no andaba bien?—se levanta de la cama, y se sienta en su escritorio. Sé que no dormirá hasta que le diga lo que ocurre.
—Es por lo del castigo—digo finalmente.
—¿Tan fuerte ha sido que no te deje dormir?—pregunta sorprendido. —¿Me puedes decir lo que ha pasado? A veces, seguir ocultando secretos es lo que más duele.
—Está bien, te lo contaré. —Suspiro cansada, poco a poco, dejo de tener sueño, y siento que el peso del castigo aún recae sobre mí, si consigo contárselo a alguien, tal vez me sienta un poco mejor.—El castigo consistía en ejercer todo el estrés y con él, todo el dolor posible sobretodo a nivel psicológico.
—¿Eso es un castigo?—dice indignado—¡Son muy sádicos!—exclama con escepticismo.
—Bueno, yo también lo he sido con las personas que estaban a mi lado, así que creo que es un castigo que se avenía con mi forma de ser.
—Exactamente, ¿qué te han hecho?—Miro hacia mis muñecas, le muestro las marcas que ahora parecen más bien delgadas cicatrices y veo que empalidece ligeramente.
—Me he sentado en una silla metálica.—Comienzo a rememorar por segunda vez lo vivido, y siento escalofríos al volverlo a recordar.—Unas correas me han atado, cada vez ejercían más presión en mí. Ha sido horrible, simplemente ha sido una tortura. Cuando me han amarrado y no me podía escapar, he visto al director del internado y a otra mujer que no conozco, han hablado conmigo de que creían que era el castigo que merecía y la tortura ha comenzado. »Durante algún tiempo, un sinfín de ruidos se escuchaban por toda la habitación, martilleaban en mis oídos, y me provocaban un increíble dolor de cabeza. Después, imágenes que podrían herir hasta el más fuerte, han comenzado a aparecer, se proyectaban por toda la sala en la que me encontraba. Ahora los ruidos se mezclaban con el sonido de mis gritos y las imágenes que pasaban una tras otra vez. He intentado calmarme, pero me ha costado mucho. Cuando finalmente ha terminado todo, han vuelto a aparecer el director y la mujer, y me han dicho algo... Así es como se sentían mis padres con mis ataques.—Sin querer, y sin ser consciente de ello, en algún momento, al haber vuelto hablar de lo que había sentido he comenzado a temblar. Espero la reacción de él, pero se ha quedado sin palabras.
—¿Cómo han podido ser capaces de hacer algo así?—pregunta después de unos segundos, cuando consigue salir del ligero estado de shock en el que se encontraba sumido.
Entonces, se acerca a mí y me abraza, al principio me tenso, pero después, consigo relajarme, y es una sensación muy extraña y bastante desconocida la que me invade. Intento hacer memoria de la última vez que me abrazaron, pero no lo consigo.
—¿Cómo has logrado salir de allí? El chico que también pasó por lo mismo que tú, pasó por muchos días en los que le era imposible dormir y apenas cerrar los ojos sin recordar lo vivido. Se encerró en su habitación y allí pasó días y días, hasta que... bueno, el final es confuso, hay quien dice que murió y otros que sus padres le pasaron a recoger.
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Sombras a mi alrededor
Novela JuvenilRabia, Rencor. Lágrimas que no aparecen Pero que están en un interior. Miradas salvajes, nubladas por velos de sangre que cubren los ojos. Gritos y palabras hirientes. Arrepentimientos después. Puños cerrados, y sonidos ensordecedores. Alg...