01. ¡Idiota!

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Os diría que me desperté gracias a los rayos de sol que entraban por mi ventana, que una suave brisa envolvía mi habitación y los pájaros cantaban.

Pero no fue precisamente así.

Me desperté gracias a que me caí de la cama y caí contra el duro suelo de madera, haciendo que gruñera. Me senté y me rasqué la cabeza, miré a mi izquierda para mirar la hora.

Oh, mierda. Las 7 y media.

Me levanté y caminé rápidamente hacia mi armario, lo abrí y agarré mi sudadera azul y mis vaqueros sin ni siquiera tener que pensarlo.

Entré al baño, me vestí y cogí el cepillo del cajón, acto seguido me peiné y recogí mi pelo en una coleta.

Me lavé los dientes rápidamente y al salir del baño bajé las escaleras corriendo, camino al salón, donde se encontraban mi madre y mi hermano. Tropecé y me dí con toda la cara en el suelo.

Empezamos muy, muy bien.

― Date prisa, Annie. ― gritó mi queridísimo hermano. ― Vamos a llegar tarde.

― ¿¡Y por qué demonios no me has despertado?! ― grité también, tratando de levantarme.

― ¡Yo lo he intentado, ― se quejó. ― pero me diste una patada en toda la cara!

Suspiré, fui a la cocina para coger un sándwich y volví al salón, cogí mi mochila y mi bolsa de deporte y me paré delante suya.

― Corre, vámonos ya. ― dije, y le dí un mordisco al sándwich.

Salimos a la calle y lo primero que vi fue el precioso coche gris de James, mi hermano. Entró en el asiento del conductor de su coche y me senté a su lado. Dejó su mochila en el asiento de atrás y arrancó el coche.

― Hoy son las pruebas para el equipo de fútbol, ¿verdad? ― dijo, sin apartar la vista de la carretera.

Asentí, ya que tenía la boca llena.

Tendría que estar nerviosa, pero no lo estaba. Es decir, me encantaba el fútbol, y había practicado mucho para entrar en el equipo femenino.

Después de saltarnos dos semáforos en rojo y recibir una regañina de una señora mayor por ir tan rápido, llegamos, cogí mis cosas y bajé del coche a toda prisa.

Diana, mi mejor amiga desde que empecé la secundaria, me estaba esperando en frente de las taquillas y cuando me acerqué me miró como si fuera a matar a alguien.

― ¿Dónde te habías metido? Son las ocho menos diez.

― Mi alarma me la ha jugado. ― dije, y suspiré. ― Da igual, creo que llego a tiempo, vamos. ― la agarré del brazo y la arrastré ―literalmente― por el pasillo hasta nuestra clase. Quería acabar las clases cuanto antes.

Entramos en la clase de décimo grado y me senté en mi sitio al lado de la ventana mientras la profesora de francés comenzaba a preparar sus cosas.

Por lo menos, no se había dado cuenta de que...

― Señoritas Smith y Steel, ¿son conscientes de que llegan veinte minutos tarde? ― ...mierda.

Asentí, haciendo que ésta rodara los ojos, dejé mis libros sobre la mesa y en pocos minutos siguió con la clase.

***

Por fin llegó la hora, eran las 11:30. Cogí mi bolsa de deporte, me despedí de Diana y salí de mi clase, pasando por los pasillos hasta llegar a los vestuarios.

No soy tu princesa.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora