Al terminar el recreo, volvimos a nuestras respectivas clases, y me senté en el sitio de Madison, ya que mi sitio estaba ocupado.
Otras personas lo llamarían provocar, yo lo llamaba mi sitio está ocupado por alguien sin intenciones de levantarse y curiosamente el único sitio libre es el de mi mayor enemiga.
― ¿Se puede saber qué haces? ¡Levanta tu horrible trasero de mi silla! ― exclamó la zorra de turno al verme en su sitio.
― Oh, tú no has comprado ninguna silla así que mi hermoso trasero no se va a ninguna parte. ― dije, cruzándome de brazos y mirándola directamente a los ojos.
― Me tienes harta, perra roba novios. ― y, después de decir eso, se abalanzó sobre mí para estirarme del pelo.
Te has metido con la persona equivocada, querida Maddie.
Antes de que pudiera tirarme al suelo, la di una patada en el estómago, haciendo que ésta retrocediera.
Diana entró por la puerta justo cuando Madison volvió a atacarme, y se puso detrás de ella justo cuando ella retrocedió. Cuando chocaron, le hizo una llave y ésta cayó al suelo.
El profesor entró, y Diana y yo nos sentamos a la velocidad de la luz, de modo que tuve que echar al que estaba sentado en mi sitio.
― ¿Se puede saber qué ha pasado aquí? ― exclamó el profesor, dirigiéndose a Madison, la cual estaba en el suelo.
― ¡Profesor, ha sido Annie, ella no se iba de mi sitio! ― respondió con su voz irritante de niña de preescolar.
― Maddie, por dios, no seas cría. Estoy en mi sitio. ― dije como si fuera la cosa más obvia del mundo, dando dos golpes sobre mi mesa y sonriendo burlonamente.
Ella gruñó y, después de lanzarme una mirada asesina, salió de la clase, indignada.
***
Cuando terminaron todas las clases, salí del instituto y me dirigí al coche de mi hermano. Me senté en el asiento del copiloto y éste, al verme, sonrió.
Al ver que, después de tres segundos, no salió con ningún comentario sarcástico o ofensivo hacia mí, fruncí el ceño. Me extrañaba verlo así, y no iba a aguantar mucho más con la duda, así que se lo pregunté.
― James, ¿te pasa algo? Te veo de buen humor, ¿acaso tienes fiebre? ― murmuré, apoyando mi mano sobre su frente.
― Eh, estoy bien. ¿Uno ya no puede estar feliz aquí o qué? ― apartó mi mano de su cara y arrancó el coche.
Vale, definitivamente le pasa algo.
Al llegar a mi casa, mi hermano aparcó en frente de nuestro portal y bajamos del coche. Una vez en frente de la puerta de nuestra casa, abrió con sus llaves y entramos.
Me dirigí a mi cuarto para dejar mi mochila sobre mi cama, me recogí el pelo en un moño y me puse mis ya conocidas zapatillas de conejitos.
Bajé al salón, y me senté en el sofá. Agarré el mando y fui mirando canales, hasta que encontré un canal en el que enseñaban algo interesante.
El timbre sonó una media hora después, y vi a mi hermano bajar las escaleras para abrir la puerta.
Chris pasó unos segundos más tarde. Llevaba una sudadera roja y unos vaqueros negros y, de alguna manera, parecía más feliz que cuando salía con Madison. Sonrió al verme sentada en el sofá y se acercó a mí.
― Hey, Annie. ― saludó, a la vez que se sentaba a mi lado. Le miré y sonreí.
Alcancé un paquete de galletas de chocolate que estaban sobre la mesa y, al ver que Chris trataba de agarrar una, aparté el paquete de él.
ESTÁS LEYENDO
No soy tu princesa.©
Teen Fiction"― Yo de ti no jugaría a fútbol. ― dijo, acercándose más a mí, de modo que tuve que levantar un poco la cabeza ya que era unos siete centímetros más alto que yo. ― Se te podría romper una uña. Fruncí el ceño y me mantuve firme, mirándole a los ojos...