19. Antes del desastre.

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ANNIE'S POV.

Mi alarma sonó antes que la de mi hermano, por lo que me levanté de la cama, me puse mis zapatillas y agarré mi móvil.

Bajé las escaleras hasta la cocina y, al abrir la nevera, la luz me dio de lleno en la cara, dejándome medio atontada. Agarré la salsa de tomate que preparó mi madre el día anterior y cerré la nevera, para después volver a subir las escaleras.

Me dirigí al cuarto de mi hermano, le puse la salsa en la mano y empecé a grabar. Le hice cosquillas sobre la nariz, provocando que hiciera gestos raros, hasta que por fin se estampó la mano contra la cara.

― Pero, ¿qué...? ― murmuró, mientras observaba su mano llena de un líquido rojo, y sentándose en la cama. ― ¿Ahora tengo la regla?

Eché a reír y James miró a todos lados, confundido.

― ¡Pero soy un tío! ― repitió. ― ¡No puedo sangrar una vez al mes!

Reí aún más fuerte, perdiendo el equilibrio y cayéndome al suelo. Y esto, señores, es lo que le hacen las pastillas para dormir a mi hermano.

― Es salsa de tomate, tonto. ― aclaré, cuando terminé con mi ataque de risa. ― Eso te pasa por haberme tirado cubitos de agua.

Dejando a mi hermano con una mirada de no me puedo creer que hayas hecho eso, volví a mi cuarto para vestirme, bajé al salón y desayuné antes de que a James se le ocurriera otra manera de vengarse. Unos minutos más tarde, bajó ya vestido y sin rastro alguno de salsa de tomate.

― Buenos días. ― sonreí inocentemente, y pasó a mi lado sin contestarme.

Cuando hubo terminado de desayunar, cogimos nuestras mochilas y salimos de nuestra casa como cada mañana.

***

Tras la regañina de mi queridísima profesora por llegar tarde, dejé mi libro de ciencias naturales sobre la mesa y me senté en mi sitio.

― Y bien, ¿dónde fuiste ayer por la tarde? ― me interrogó Diana, y se cruzó de brazos.

― Ni que fueras mi madre. ― suspiré, tratando de fingir que estaba poniendo atención a la lección.

― ¿Y si te hubieran secuestrado? ¿Qué mejor amiga pelirroja fanática de las compras iría a salvarte? ― se encogió de hombros, y no pude evitar sonreír.

― Ayer Chris me invitó a dar un paseo por el bosque, y luego fui a cenar a su casa. ― arqueó una ceja.

― Annie, creo que tenemos que...

― ¿Hay algo que quiera compartir con la clase, señorita Steel? ― interrumpió la profesora.

― En realidad, sí. ― se levantó de su silla y sonrió. ― ¡Clase, comparto con vosotros mis ganas de dormir y de golpearle a esta profesora con el palo de la canasta de baloncesto!

Toda la clase aguantó las ganas de reírse, mientras la profesora la observaba, estupefacta, y seguramente planteándose si volver a acercarse a las pistas de básquet.

― Steel, al despacho del director ahora mismo. -― Diana caminó sin rechistar hasta la puerta de clase y la abrió como si ir al despacho del director fuera algo que hiciera todos los días.

Bueno, en realidad, sí era algo que hacía todos los días.

Después de un tiempo, al fin sonó el timbre, y pudimos salir de esa cárcel. Fui a mi taquilla a dejar mis libros y a coger mi almuerzo, y esperé que Diana viniera a por la suya.

No soy tu princesa.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora