39. Algo más que eso.

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Me solté del agarre de Chris cuando los tres llegaron en frente de nosotros, y el que iba en medio de ellos sonrió de lado.

— Hacía tiempo que no nos veíamos, virgen. — saludó, y solté una falsa risa.

— ¿Eso es todo lo que tienes? Al parecer, no has cambiado después de tantos años.

— Annie, ¿qué...? — le oí decir a alguien a mi espalda.

— ¿Y ese es con el que has reemplazado a Aaron? Eso sí que es caer bajo, rubia. — escupió otro de sus amigos.

— ¿Por qué no volvéis al circo del que habéis venido? — solté.

— Tú tampoco has vuelto al convento de monjas, así que yo podría decirte lo mismo.

Me rendí y me dí la vuelta, dispuesta a irme, cuando oí una voz detrás de mí.

— Aparte de virgen, cobarde. No me puedo creer que te dé miedo ir a una simple fiesta o beber una sola gota de alcohol. Aaron no se merecía a una zorra como tú.

Después de eso, ni siquiera pensé lo que estaba haciendo, y cuando me giré para golpearle, alguien se me adelantó, y un golpe fue directo a la cara de el chico del medio.

Las pocas personas que pasaban por el pasillo a esas horas se pararon para observar la escena que acabábamos de montar.

— No vuelvas a decir eso, jamás. — abrí los ojos y vi a Chris en frente de mí, y sobre su hombro pude ver al otro chico rojo de la rabia.

— ¿Qué te pasa, intento de chico malo? ¿Te molesta que me meta con tu novia?

Otro golpe fue a parar a la cara del chico, y éste cayó al suelo, pero Chris no paró, sino que se tiró encima de éste, y le agarró del cuello de la camisa antes de asestarle otro golpe.

— Quizás no sea su novio, quizás nunca llegue a significar la mitad de lo que Aaron significó para ella, pero no voy a permitir que la sigas hiriendo con tus estúpidas palabras.

Se levantó del suelo y miró por última vez a los dos otros chicos antes de agarrarme de la mano y dirigirse a la salida.

No me atreví a preguntarle a dónde íbamos, así que sólo me dejé llevar mientras nos dirigíamos a su coche.

Abrió una de las puertas para que entrara y me senté en el asiento del copiloto, mientras él se sentó a mi lado y arrancó el coche.

Empezó a conducir a través del bosque y observé su perfil; su cabello se movía al ritmo del viento que entraba por la ventana, su mandíbula estaba tensa, pero ya no parecía molesto, no podía descifrar qué significaba esa expresión en su cara.

Las palabras de Chris resonaron en mi cabeza y cogí aire para decir algo.

— Lo siento. Por mi culpa, siempre estás metiéndote en problemas. — suspiré, y agaché la cabeza.

— No te disculpes, soy yo mismo el que se mete en esos problemas. Llevan años así, no voy a permitir que vuelvan a hacerte daño.

— ¿Estás bien? — era obvio que no estaba bien, pero necesitaba romper el silencio.

— Sí, lo siento por la escena de antes. — sonreí, dándole a entender que no pasaba nada, y miré mi ventana.

— ¿A dónde vamos? — pregunté.

— No lo sé, lo único en lo que pensaba era en sacarte de ahí en cuanto antes. — confesó, y volví a mirarle.

— ¿Y qué hay de eso que dijiste antes?

No soy tu princesa.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora