44. Te lo prometo. [Parte II]

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Ya habían pasado por lo menos tres horas de la fiesta, y a pesar de ello, no parecía que se fuera a acabar pronto.

Diana había intentado arrastrarme a la pista de baile un par de veces, sin conseguirlo, Luke seguía con su novio y James y Skylar haciendo quién sabe qué en quién sabe dónde, pero eso era algo que yo no quería saber.

Al parecer, Aaron y Madison estaban junto con los chicos del equipo de fútbol y las animadoras, así que, por suerte, no me vieron.

Si había una razón por la que seguía ahí, era porque a mi hermano no se le veía por ninguna parte, no tenía ningún otro transporte para volver a mi casa y porque los bizcochos estaban demasiado buenos.

De nuevo: ¿por qué había aceptado ir a ese baile?

Esperaba que dos horas después de llegar, Diana ya se hubiera ido con Nick o algo así, pero la verdad es que se quedó ahí acompañándome en mi misión de ir sólo por la comida, y le agradecía por ello.

Me levanté para dirigirme al puesto de bebidas, pedí otro refresco, y al volver me choqué con nadie más y nadie menos que Rebecca. Oh, y iba con uno de los amigos de Aaron. Qué interesante.

― Eh, a ver si miras por dónde vas, rubia teñida. ― reclamó, y me encogí de hombros, sin intención de disculparme, a lo que se fueron hacia otra parte de la fiesta.

Volví con mi botella de Coca Cola ya vacía a mi sitio de antes y me encontré de nuevo con Diana, la cual trató de volverme a convencer de que fuera a la pista de baile, sin conseguirlo otra vez.

Entonces, Diana puso ambas manos sobre mis hombros, y miró algo detrás de mí. Fruncí el ceño, esperando a que hablara, y volvió a mirarme, tratando de reprimir una sonrisa.

― Iré a bailar un rato con Nick. Ahí detrás hay un sitio donde hay menos gente, si quieres, espérame ahí, ¿de acuerdo, Annie? ― asentí, y me sonrió por última vez antes de darse la vuelta y dirigirse a la pista de baile.

Me encogí de hombros y me dirigí hacia donde me había dicho Diana. Esa zona del campo de fútbol estaba más vacía, sólo habían unas cuántas personas mirando las estrellas, dormidas apoyadas sobre las paredes de las gradas o bebiendo mientras escuchaban el concierto.

Paseé por esa zona, aliviada de que no hubiera tanta gente ahí y respiré el aire nocturno.

Hasta que, a pesar de la ausencia de luz, pude reconocer a alguien. Llevaba un traje negro, el pelo arreglado y, demonios, su sonrisa era incluso más hermosa que de costumbre.

Me quedé quieta, sin saber bien si debería salir corriendo o acercarme, pero al parecer, mi boca decidió por sí misma.

― Chris. ― las palabras salieron de mi boca en un susurro sin poder evitarlo, y él se giró para mirarme. En el momento en el que mis ojos se encontraron con los suyos, supe que no tenía otra opción. Era ahora o nunca.

La persona con la que estaba hablando se fue y tomé eso como una señal para acercarme a él, a pesar de que estaba temblando y ni siquiera sabía qué decir.

Estuvimos unos segundos así, cara a cara, sin decir nada. La música resonaba en mis oídos al mismo ritmo que mi corazón y ya no podía diferenciar una cosa de otra.

― Lo siento. ― oí por fin, y levanté la mirada. Esperé un momento hasta que él también volvió a mirarme y se mordió el labio inferior. ― Lo siento, Annie.

― Eres un idiota. ― le interrumpí, y aunque pensé que sonaría amenazadora, mi voz se rompió al final de la frase.

Parpadeé, tratando de apartar mis lágrimas, y bajé la mirada, incapaz de seguir mirándole.

No soy tu princesa.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora