33. ¿Estás nerviosa?

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Maldita sea mi endemoniada vida.

― ¡Venga, despiértate ya, saco de patatas! ― gritó mi querido hermano, recordándome de nuevo que todo era sólo un sueño y que no vivía en un mundo feliz sin idiotas.

― Mhhm mhhm. ― murmuré, con la cara contra la almohada.

― ¿Qué dices? ― preguntó James, acercándose a mí para oír mejor.

Cuando estaba lo suficientemente cerca, levanté la cabeza.

― ¡Pedazo de imbécil, déjame dormir! ― le grité, y salí corriendo.

Bah, igualmente ya no tengo sueño.

Abrí mi armario, agarré algo para ponerme y unos zapatos y me dirigí a mi baño.

― Ah, y te quiero. ― le grité de nuevo, y sonreí, antes de entrar en el baño.

Me puse una sudadera y unos vaqueros, me hice una trenza en el pelo y salí de ahí.

Bajé las escaleras rápidamente, entré en la cocina y alcancé un sobre de harina del armario.

― ¿Cuánto tiempo tenemos? ― le pregunté a mi hermano.

― Diez minutos. ― anunció, tras mirar el reloj.

Vertí la harina en un bol donde ya había mezclados huevos, leche y azúcar.

James echó la mezcla en una sartén y, en unos minutos, ya había una montaña de tortitas.

Cuando terminamos de desayunar, observamos la cocina llena de masa de tortitas y la sartén en el suelo.

― Annie, ¿crees que nos regañarán mucho por esto? ― negué con la cabeza, y salimos rápidamente de nuestra casa.

***

― Es decir, que has salido a toda prisa de tu casa y a pesar de eso has llegado tarde. ― rió Diana, y suspiré.

― El coche de James está roto y tuvimos que ir en autobús, ¡ni que fuera mi culpa! ― me quejé.

Me dí la vuelta, y vi a Chris y a Luke caminar en nuestra dirección.

― ¡Hey, chicos! ― saludó Diana. ― Chris, justamente tenía que hablar contigo.

― Que sepas que no voy a hacer esas pruebas de nuevo. ― se adelantó él.

― No es eso, idiota. Necesito tu ayuda y la de Annie para una cosa.

Me giré y miré a Diana, confundida.

― ¿Podríais entrar en el despacho del director, encontrar el expediente de Madison, y cambiar su última nota? ― preguntó ella.

― ¿Y eso porque...? ― añadí.

― Si no suspende esas últimas notas, pasará al siguiente curso, y creo que ninguno de nosotros quiere verle la cara el año que viene. Tranquilos, que yo me encargaré de entrar después para que podáis salir sin que os pillen. ― explicó, y asentimos.

― Iremos después de el recreo, entonces. ¿Qué te parece? ― me preguntó Chris.

― De acuerdo, pero más te vale que no tardes mucho. Y, si algo sale mal, Diana, te haces responsable.

Me dirigí a mi clase junto con Diana y tanto Chris como Luke se fueron en dirección contraria.

Cuando llegó la hora del recreo, Diana y yo fuimos al patio y nos sentamos.

Chris y los otros dos vinieron en nuestra dirección y se sentaron a nuestro lado.

O mejor dicho, Chris se sentó a mi lado.

No soy tu princesa.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora