― ¡Que alguien acabe con esta tortura! ― dije, poniendo mi cara en la almohada.
Se abrió la puerta de mi cuarto y, a los pocos segundos, mi alarma dejó de sonar.
― ¿Qué pasa, te has olvidado de cómo se apaga o algo? ― levanté la cabeza y miré a mi hermano, el cual me miraba con un aire divertido.
Sólo conseguí murmurar un mhmm y volví a colocar mi cabeza en la almohada.
― Como vuelvas a dormirte, no te volveré a despertar. ― advirtió.
James se fue y me senté perezosamente en el borde de la cama.
Después de quedarme más de cinco minutos tratando de que mi cerebro despertara, me levanté y caminé arrastrando mis zapatillas de conejitos hacia el armario.
Cogí mis vaqueros negros rotos y una camisa blanca con botones, y entré al baño.
Después de vestirme, me subí las mangas de la camisa hasta los codos, me peiné el pelo y lo dejé suelto; no estaba de humor para alisarme el pelo.
Salí de mi cuarto y bajé las escaleras, al llegar a la cocina ví cómo mi padre le daba un beso en la frente a mi madre y cerraba la puerta detrás de él para irse al trabajo.
Fui a la cocina y me hice unas tostadas con mantequilla, me senté en la mesa al lado de mi hermano y, cuando terminé de desayunar, dejé el plato en el lavavajillas y cogí mi mochila negra de encima de la silla.
Cuando mi hermano terminó también, hizo lo mismo que yo, nos despedimos de nuestra madre, salimos y entramos al coche.
Mientras mi hermano conducía camino al instituto, miraba por la ventana. Tenía exámen de historia y no había estudiado, pero era algo a lo que estaba acostumbrada.
No me malinterpretéis, yo siempre aprobaba todo. Bueno, casi siempre. Vale, algunas veces.
Pero historia... en fin, es otra historia.
Llegamos y mi hermano aparcó, bajamos y al llegar a los pasillos me despedí de mi hermano para dejar que se reuniera con sus amigos.
Fui a mi taquilla para dejar mi mochila y me dirigí al gimnasio, porque antes de empezar las clases nos dirían quiénes habían entrado al equipo de fútbol.
Llegué y estaba aquello lleno de gente, así que me abrí paso y me paré lo más cerca que pude de la pizarra para buscar mi nombre.
Efectivamente, allí estaba.
Por curiosidad, seguí bajando para ver quién más había entrado. Probablemente uno de los mayores errores de mi vida.
Christian Parker había entrado al equipo de fútbol.
***
― No me puedo creer que vaya a tener que aguantar a ese idiota en todos los entrenamientos. ― suspiré, a la vez que abría mi taquilla y sacaba la merienda de mi mochila.
Rodé los ojos, Diana cerró su taquilla y se apoyó en ella.
― Vamos, no puede ser tan malo. ― repitió, en un intento fallido de animarme.
― No te creas. ― dije, y cerré la mía. ― ¿Has entrado al equipo de baloncesto?
― Por suerte, sí. ― dijo, y sonrió. Por un momento, no pude evitar preguntarme si era porque mi hermano era el capitán.
Ya sabéis, era el típico chico malo al que todas las chicas le van detrás. Conozco a Diana de sobra; ella no era exactamente como yo y sería capaz de caer en sus redes, tarde o temprano.
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No soy tu princesa.©
Novela Juvenil"― Yo de ti no jugaría a fútbol. ― dijo, acercándose más a mí, de modo que tuve que levantar un poco la cabeza ya que era unos siete centímetros más alto que yo. ― Se te podría romper una uña. Fruncí el ceño y me mantuve firme, mirándole a los ojos...