Me costó mucho, no, muchísimo levantarme de la cama aquella mañana.
Volvimos a mi casa a las doce, porque mi hermano se pasó de la raya bebiendo y tuvimos que esperar a que volviera a estar sobrio para poder conducir.
Me puse mis zapatillas de conejitos y me dirigí a mi armario, agarré literalmente lo primero que encontré en mi armario, y me vestí, a pesar de que llevaba calcetines de colores diferentes.
Entré al baño para arreglarme y, como adolescente torpe hecha y derecha, se me cayó la máscara al váter.
Traté de atraparlo con un guante, pero me resbalé, y cuando me intenté agarrar tiré de la cadena. Hasta siempre, máscara.
Salí de mi baño y fui al baño principal, busqué en los cajones hasta que encontré la máscara de mi madre y me la puse, para después bajar las escaleras hasta el salón y entrar en la cocina.
— Buenos días, mamá. — le saludé con un beso en la mejilla, y acto seguido me dirigí a mi hermano. — Y a ti, hola simio.
Éste rodó los ojos pero le ignoré, disponiéndome a terminarme mi bocadillo para luego agarrar mi mochila y salir de mi casa.
Entramos al coche y mi hermano arrancó, conduciendo en dirección al instituto. Como siempre, había atasco, así que llegamos al instituto a las 7:55.
Cuando llegamos, fui corriendo hacia la entrada y, por suerte, llegué justo a tiempo, entrando justo detrás de Diana.
Me senté en mi sitio y saqué mis cosas, esperando a que empezara la pesadilla.
***
A la hora del recreo, me senté con Sky y con Diana como cada día, sólo que con una única diferencia: Madison no paraba de mirarnos barra intentar asesinarnos con la mirada.
Se acercó a nosotras sonriendo, y sentí más miedo que simpatía en ese momento.
— Hola chicas, hola Annie. — saludó con su voz increíblemente aguda, y rodé los ojos. — ¿Puedo hablar un momento contigo?
Dudé unos segundos y me encogí de hombros, siguiéndola hasta unos arbustos.
Pensé en maneras de escapar si Madison decidía asesinarme, esconder mi cuerpo en una bolsa de basura, dejar mi cuerpo en una casa abandonada y tirar mis huesos a un lago.
— Mira, sé que hemos tenido nuestras diferencias, y de verdad que lo siento... — ¿es en serio?, ¿eso es lo mejor que sabes decir? — Y he pensado que podríamos olvidar lo que ha pasado entre nosotras y ser amigas. Ya sabes, super super amigas.
Puede que sólo sea yo, pero eso me sonó a amenaza.
Hice una mueca, rió con su típica risa de ardilla y, acto seguido, dio la vuelta y se fue.
Ella podría creer que mi silencio significaba que sí, pero, en realidad, decidí callarme y no dejarla en ridículo.
Demasiado buena fui al no hacerlo.
***
Cuando acabaron las clases, me dirigí a mi casa con mi hermano, como de costumbre. Al llegar, me senté a ver la televisión, porque hoy salía mi grupo de música favorito en un programa, y quería verlo.
Nada más terminar el programa, alguien llamó al timbre, mi hermano abrió y entró con Chris. Con el tiempo, me acabé acostumbrando a que viniera todas las tardes, así que le saludé sin ganas y fui a la cocina.
Después de agarrar unas galletas y mi móvil, salí al jardín y me senté sobre la hierba.
— ¿Qué te cuentas, limón? — le oí decir a alguien, y suspiré.
ESTÁS LEYENDO
No soy tu princesa.©
Teen Fiction"― Yo de ti no jugaría a fútbol. ― dijo, acercándose más a mí, de modo que tuve que levantar un poco la cabeza ya que era unos siete centímetros más alto que yo. ― Se te podría romper una uña. Fruncí el ceño y me mantuve firme, mirándole a los ojos...