07. Polos opuestos.

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Me desperté y apagué la alarma, me levanté y caminé descalza hasta el armario.

Me puse una sudadera blanca y unos vaqueros cortos, mis deportivas del mismo color que mi sudadera, fui al baño para peinarme y me recogí el pelo en una coleta.

Bajé a la cocina; no estaban mis padres, por lo tanto, ya debía de ser tarde. En ella sólo estaba mi hermano desayunando, así que me hice dos tostadas con mantequilla y me las comí junto con una taza de leche. Al terminar, cogimos nuestras mochilas y salimos de nuestra casa.

Entré en el asiento del copiloto, dejando mi mochila delante de mí, y me puse mis auriculares, tarareando la letra de She's Kinda Hot.

Observé a mi hermano por unos segundos. Sus ojos son azules, mientras que los míos son verdes ―algo extraño teniendo en cuenta que los ojos de nuestros padres son ambos marrones―, y su pelo es rubio, pero mucho más pálido que el mío. Cualquiera diría que somos hermanos.

― Vale, Annie, ¿qué me has puesto en la cara esta vez? ― preguntó, sacándome de mi trance, al ver que le estaba observando.

― No te he puesto nada, imbécil. ― le respondí.

A lo que él sólo hizo una mueca, asintió y siguió conduciendo.

Al llegar al instituto, me despedí de mi hermano, cogí mi mochila y fui hacia la puerta principal.

Algo bueno, era viernes, por lo que saldríamos más temprano que otros días.

Encontré a Diana hablando con Luke cerca de la fuente y me acerqué a ellos, sonriendo.

― Buenos días, Annie. ― me saludó Luke, sonriendo. ― Te veo simpática hoy. ― reímos y negué con la cabeza.

― Lo que pasa es que, sin darme cuenta, me he puesto café en vez de Nesquik en el desayuno y no tengo ese mal humor que tengo por las mañanas.

― ¿Annie de buen humor por la mañana? Hoy va a ser un día horrible, lo presiento. ― concluyó Diana, poniendo un brazo sobre mi hombro.

Negué con la cabeza de nuevo y me dirigí a mi taquilla, la cual estaba al lado, para dejar mi mochila y coger mi libro de naturales.

Nos dirigimos a nuestra clase, y Luke se despidió de nosotras antes de dirigirse a la suya. Entramos y me senté en mi sitio habitual al lado de la ventana, dispuesta a volver a dormirme en cualquier momento.

***

Sonó el timbre que indicaba que era la hora del recreo, y Diana y yo salimos de nuestra clase, dirigiéndonos a nuestras taquillas para sustituir nuestros libros por nuestros almuerzos. Me senté con Diana en el mismo sitio de siempre, y vi pasar a James, Christian y Luke y sentarse en un banco no muy lejos del nuestro.

Christian, al ver que les estaba mirando, sonrió de lado y, por instinto, puse los ojos en blanco.

Y entonces una neurona curiosa dentro de mí se activó.

¿Por qué Madison nunca estaba con Christian en los recreos?

Bah, deja de pensar tonterías Annie, la mortadela te está afectando a la mente.

¡Pues claro que no! No soy la única descerebrada que pelea consigo misma...

Porque no soy la única, ¿verdad?

― Tierra llamando a Annie. ― Diana chasqueó sus dedos delante de mi cara, tratando de llamar mi atención.

― Sí, dime. ― volví al mundo real y la miré, frunciendo el ceño.

― Como iba diciendo... ― suspiró ― Hoy el equipo de baloncesto tiene un partido, ¿no te lo ha dicho tu hermano?

Mi expresión cambió completamente y tragué saliva.

Eso significaba varias cosas:

Primero: no habría nadie en mi casa.

Segundo: mis mejores amigos y mi hermano estarían en el partido.

Tercero: mi madre, siendo la madre sobreprotectora que es, no me dejaría quedarme sola. Ella conocía a Christian y me obligaría a irme a su casa- básicamente porque era el único de los amigos de mi hermano que tenía novia y así no podría intentar hacer algún movimiento inadecuado.

Reflexioné sobre todos esos puntos y después, al intentar levantarme, me resbalé del banco y me caí al suelo.

Sí, así como así. No necesito una razón para ser torpe.

― ¿Annie? Espera, deja que lo adivine. Es culpa de la gravedad, ¿verdad? ― preguntó Diana, con un tono irónico en su voz.

― No, querida Diana, esta vez no me he caído. Sólo he venido a saludar a mi dignidad, que la pobre también necesita compañía. ― sonreí, también irónicamente.

Y, por si fuera poco, me miró como si se me hubiese ido la cabeza completamente.

Me levanté del suelo y me volví a sentar en el banco, después de tirar el resto de mi almuerzo en la papelera.

Sin duda, la mortadela me había afectado al cerebro.

***

Esa era la primera vez que deseé con tanta fuerza que no acabaran las clases. Pero el universo me odia, y las clases acabaron más rápido de lo esperado.

Mi hermano me llevó en coche a casa, se fue a su cuarto a preparar su bolsa y ponerse su equipaje de básquet, como hacía siempre que tenía partido, y yo me dirigí a mi cuarto.

Me duché, ya que tenía calor, me puse una camisa blanca con una cara sonriente pintada en negro, unos pantalones negros y unos botines del mismo color.

Sequé mi cabello, aún quedando algo mojado, y dejé que cayera sobre mis hombros. Salí de mi baño y, al salir de mi cuarto, vi a mi hermano bajando las escaleras, pero se giró al notar mi presencia.

― Annie, tengo un partido ― ¿En serio?, si no me lo dices ni me doy cuenta. ―, así que lo más probable es que mamá te mande a casa de Christian. Diviértete, nos vemos en dos horas.

Me lanzó una sonrisa antes de terminar de bajar las escaleras, y salió por la puerta principal.

La razón de todo esto es que, por desgracia, Christian y James ya se conocen desde hace tiempo, por lo tanto mi madre siempre ha confiado en él.

Me tumbé sobre el sofá y encendí la televisión, dispuesta a disfrutar de mis últimos minutos de libertad, y unos minutos después mi móvil sonó, mostrando el nombre de mi madre en la pantalla. Obviamente, mis sospechas eran ciertas.

― Hola, cielo. ― oí decir a mi madre al otro lado de la línea. ― Tu hermano tiene un partido hoy y tendrás que quedarte con un amigo suyo, ¿de acuerdo?

― Lo sé, ya se ha ido. ― suspiré. ― ¿Pero por qué tengo que ir? Tengo dieciséis años, ¡soy una persona hecha y derecha! ― protesté, alzando la voz.

― Para empezar, porque sigues siendo menor de edad. ― prosiguió, y hizo una pausa. ― Y segundo, porque eres un peligro y no podemos permitirnos quemar la casa, de nuevo.

Ni tu propia madre confía en ti, qué penoso.

Tú sólo cállate, conciencia.

― Vale, vale. ― respondí, ya que no ganaría nada discutiendo con mi madre: ella siempre acababa ganando todas las discusiones. ― Adiós, nos vemos después.

Y con eso, colgué y volví a dejar mi móvil sobre la mesa para luego dirigirme a la cocina.

Yo, Brianna Smith, tendría que ir a casa de Christian Parker.

Dos polos totalmente opuestos bajo un mismo techo.

Esto no va a acabar bien.

N/A:

[Capítulo editado]

Este capítulo es un fracaso. Como yo. He intentado arreglarlo, pero un desastre no puede arreglar otro desastre. Lo siento.

No soy tu princesa.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora