04. Pizza y más pizza.

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Llegué a mi casa y me quedé parada en la puerta.

¿Es normal llegar a casa y ver a tu hermano disfrazado de chica y a tu madre haciendo un baile extraño?

Quizás, pero no era la cosa más rara que había visto, así que les ignoré y subí a mi cuarto, dejé la bolsa encima de mi cama y le envié un mensaje a Diana para que viniera.

Me duché y me puse ropa cómoda, me hice un moño, cogí mi móvil y bajé al salón.

Mi hermano seguía vestido de chica, preparándose unas tostadas en la cocina, entré sin que me oyera y le hice una foto antes de acercarme a hablarle.

― ¿Has descubierto que tu verdadero tú es una chica o algo? ― reí.

Se dió la vuelta y se quitó un lazo del pelo, mirándome detenidamente.

― Una apuesta. Tengo que ir así por la calle.

Asentí aguantando la risa y salí de la cocina tras coger unas cuantas galletas.

Bueno, mi hermano, James Smith, uno de los chicos más populares de mi instituto, iba a tener que ir por la calle vestido con unos vaqueros ajustados, un tutú rosa, unas botas doradas, una camiseta corta y dos coletas con dos lazos.

Y lo peor de todo, era que me lo iba a perder.

Me dirigí al salón y observé durante unos segundos a mi madre sentada sobre la alfombra, mirando la televisión, moviendo las manos y haciendo un ruido raro.

― Mamá, ¿esto es una especie de ritual satánico o algo? ― pregunté, frunciendo el ceño.

―  Se llama yoga, hija. ―  respondió, sin abrir los ojos. ―  Sirve para relajarse.

Asentí sin dejar de fruncir el ceño y subí las escaleras mientras pensaba en qué mosca le habría picado a mi madre. Quizás podría utilizar esa técnica en clase de matemáticas.

Al entrar en mi cuarto, resbalé con algo y caí de cara al suelo. Ya está, entregadme ya el premio a la más torpe.

― ¿Annie? ― dijo una voz desde arriba a la vez que yo me levantaba.

―  Hola Diana. ― respondí, y sonreí para disimular que me acababa de dar con todo el dedo meñique del pie en el suelo.

Se sentó en mi cama y me senté a su lado, sin apartar la vista de mi móvil.

― ¿Qué te dijeron de la guerra de comida? ― preguntó, después de unos segundos.

― Tengo un parte, no gran cosa. ― suspiré. ― Pero la próxima vez será expulsión y bla, bla, bla.

Diana rió y sacó también su móvil.

― Oh, y me hicieron limpiar todo el desastre después de clases, acompañada de nadie más y nadie menos que Christian Parker. ― puse los ojos en blanco.

― Te lo habrás pasado genial. ― dijo Diana, y levantó ambas cejas sugestivamente, cosa que hizo que le lanzara mi almohada en la cara.

Estuvimos hablando de tonterías hasta que empezó a atardecer, y Diana se despidió de mí dramáticamente antes de irse.

Me puse mi pijama, mis ya conocidos zapatos y bajé a la cocina para cenar.

Mi familia era de lo más normal del mundo. Éramos yo, mi madre, mi padre y un simio al que tiendo a llamar hermano.

Mi padre trabajaba en un hotel y mi madre era psicóloga, lo que implicaba que casi nunca estaban en casa.

Aunque eso no significaba que mi hermano montara grandes fiestas por así decirlo; la vecina de al lado siempre vigilaba que no tuviésemos el volumen de la música alto y mucho menos un montón de gente en la piscina, ya sabéis, la típica súper fiesta.

No soy tu princesa.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora