IV. Una daga anti-vampiros

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Los parpados pesaban, costaba abrirlos. Lo único que escuchaba era como una especie de zumbido.

Abrí los ojos. La luz me daba fuertemente en ellos provocando que los cerrara y abriera constantemente. Una melena color ceniza apareció frente a mi. Ruka mojaba una pequeña toalla que colocó en mi frente. Movió los labios diciendo «despertó», y se fue como si nada.

Traté de incorporarme pero me mareé. Acto seguido, alguien me sujeto de los hombros y tiró abruptamente de mi cuerpo hacia atrás, en ese momento, escuche todo claramente. Fue como si se me destaparan los oídos.

—Quédate acostada, es como la décima vez que te lo repito Lena-chan —dijo Aidou.

—No seas tan bruto —contesté, con voz ronca.

—Por fin dices algo coherente —dijo sentándose en la cama—. Hace días que dices puras idioteces.

—¿Qué hago acá?

—Te desmayaste y él te trajo a tu habitación.

—¿Hace cuánto estoy inconsciente?

—Cuatro días. Tienes suerte de que aún no hayan comenzado las clases.

—¿¡Cuatro días!? —exclamé sentándome. Aidou puso una mano en mi pecho y me empujó hacia atrás nuevamente—. Espera, ¿quién dijiste que me trajo aquí?

—¿No lo recuerdas? —Mi cara debió decir más que mil palabras, ya que Aidou rió como si yo aún siguiera diciendo idioteces—. Kaname-sama. Desde entonces vino a verte todos los días. Hace unas horas se retiró a su dormitorio.

Mis mejillas subieron de temperatura.

—¿Te gusta Kaname-sama? —preguntó el rubio—. Porque debes saber que tiene una lista de pretendientes.

Golpeé a Aidou.

—¡Incluso débil golpeas fuerte!

Inspeccioné la habitación, tratando de recordar algo, pero sólo venían a mí las imágenes de lo que había sucedido. También recordaba ver a Ruka y Rima ayudándome a comer. Me estiré en la cama hasta que mi mano chocó con una bolsita. Al mirarla, me di cuenta que estaba llena de dulces.

—Es de parte de Ichijou —dijo Aidou—. Preguntó por ti, como todo el mundo. Pero él es más atento, ya te darás cuenta.

Sonreí ante el gesto tan amable de todos. Pero entonces recordé a Isis, mi daga. No la sentía en la pierna, ni la veía por ningún lado.

—¿Dónde está? —pregunté, moviéndome nerviosa por toda la cama, buscando en donde pudiese estar- ¡¿Dónde está?!

—¿Qué cosa?

—¡Isis, mi daga anti-vampiros! La tenía desde que entre por la puerta del dormitorio de la Luna y ahora no está.

Aidou se levantó y yo me senté.

—¿Estás diciendo que tenías un arma anti-vampiros que pudiste haber utilizado contra mí cuando quise beber tu sangre, acción que no sucedió porque tenía sujetada tus muñecas?

—¡Sí, Aidou! ¡Ahora ayúdame a buscarla!

Aidou cayó como un tanque a toda velocidad sobre mi cama. Toque sus mejillas preguntándome que le había sucedido, pero no respondía.

—Así es como se asusta a este idiota... —murmuré.

Me levanté cuidadosamente de no caer o marearme. El dolor en mis piernas había disminuido mucho, ya casi no lo sentía.

Salí del cuarto lo más rápido que pude agarrándome de los muebles y apoyándome en las paredes. Dejé a Aidou desmayado en mi cuarto y volví hacía donde el vampiro me había atacado. Pero la daga no estaba allí.

Vampire Knight: Memorias de un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora