VIII. Guerrera perdida en el tiempo

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¿Cuándo me había quedado dormida? No importaba ya. Me levanté de la cama.

La habitación había cambiado mucho desde que había llegado: dos sillones ahora se encontraban cerca de la ventana; había libros por todas partes, algunas que otras prendas tiradas por el cuarto que luego recogería (lo decía siempre y nunca lo hacía), Isis aún se encontraba todos los días debajo de mi falda. Me alegraba no tener que utilizarla tan seguido como antes.

Decidí que necesitaba un baño para relajarme un rato, así que agarré un uniforme limpio y me marché a abrir el agua de la bañera. Mientras esperaba a que el agua tomara la temperatura adecuada para mí, me apoyé contra la pared.

Por alguna razón no me sentía de lo más bien: me dolía el brazo izquierdo. La marca hacía un brillo extraño. Estaba iluminada como cuando me defendió de Zero, pero de un brillo más apagado... débil. La rosa de la marca que solía ser azulada, ahora era de un violeta oscuro.

«Cambió a violeta oscuro porque ya fue utilizada por primera vez», dijo Rosemary.

Necesitaba preguntarle todo a ella, pero se negaba rotundamente a hablar del tema cuando se lo preguntaba. Sólo se aparecía a veces para especificar algo o agregar un comentario.

Dime todo lo que sabes, por favor, Rosemary, supliqué por décima vez. Pero no obtuve respuesta.

El agua estaba a punto de desbordarse de la bañera, así que cerré rápido y me fijé que estuviese a la temperatura que me gustaba. Como lo estaba, me desnudé y me metí dentro con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco que produjera que el agua se desbordara. La temperatura del agua estaba tan cálida que me relajé al instante.

Hace tiempo que no me sentía así. Relajada. Me sentía como cuando era pequeña. Mi madre solía perseguirme por toda la casa para que me bañase. Ella solía decir que si no me bañaba quedaría tan sucia como un dulce cuando se cae al piso en medio del centro de la ciudad. Reí recordando a mamá y sus divertidas justificaciones ilógicamente lógicas.
La extraño tanto...

Disfruté la calidez del agua, la tranquilidad del estar sola. Vivía siempre al borde del susto, del miedo a los vampiros, del temor a que me dañen a mí o a alguien más. Siempre en la incógnita de qué pasará. No es fácil ser humana y convivir con vampiros. No me ven como una de ellos. Me ven, por tanto esfuerzo que haga, en algo apetitoso. Sé que no son monstruos, pero otros...

No era agradable sentir siempre una lengua por el cuello, unos dientes a puto de penetrar tu piel y vaciarte de a poco. Temía todo aquello, pero lo silenciaba detrás de Isis, guardada siempre bajo mi falda. Y aún con ella seguía temiendo, porque la fuerza de un vampiro, y su velocidad, eran mayores. Para mí, ellos estaban en un pedestal terrorífico, y me sentía constantemente al borde de la violación de mí vida.

Luego de bañarme, salí y me sequé rápidamente el cuerpo y el cabello. Me puse el uniforme fijándome que estuviese todo bien acomodado. Al finalizar, me miré en el espejo.

Escuché un ruido detrás de la puerta pero decidí ignorarlo, tal vez era Aidou buscando dulces. Salí del baño.

En cuanto abrí la puerta me congelé, el aire estaba completamente frío. La ventana estaba abierta, dejando entrar el helado viento y la brusca lluvia. Frente a la ventana y empapada, una joven me miraba a los ojos.

Era muy bonita. Delgada y alta. Tenía un hermoso rostro con grandes ojos verdes y su ondulado, corto y castaño cabello, caía sobre sus hombros. Sobre su cabello, una tiara de grandes flores. Una cálida sonrisa iluminaba su rostro.
Llevaba puesto un vestido oscuro que no se encontraba en las mejores condiciones: en la parte delantera no había nada desde las rodillas hacia abajo, dejando ver sus piernas. Estaba descalza. Del vestido colgaban trozos de tela rota que se podía afirmar que habían sido del vestido. La mujer tenía en su mano izquierda un arco que lucía de una especie de hierro que por alguna razón parecía más limpio que su vestido, y unas flechas dentro de una aljaba amarrada en su cintura.

Vampire Knight: Memorias de un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora