V. Comienzan las clases

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Las clases comenzaban y con ellas me acompañaba mi madre Kokoro. Una carta de su parte había llegado a mí ayer por la noche. Me escribía sobre mi padre, quien había regresado a casa y se quedaría unos cuantos meses allí. Las cartas de mamá eran muy divertidas, creía yo. Tenía la peculiar forma de escribir como si me estuviese hablando allí mismo, en el preciso instante, además de que la mayoría del tiempo se iba por las ramas.



«Yumiko Kokoro:

Kazouyoshi, (adoro llamarte por el apellido, me recuerda a cuando era niña y bromeaba con mis amigas y nos decíamos por nuestros apellidos. Solíamos reírnos constantemente. De verdad que era muy divertido. Pero ese no es el punto) mi niña, mi pequeña, mi adorada hija que cayó del cielo y se golpeó la cabeza con un mueble por correr por la casa cuando le dije que no lo hiciese, ¡tu padre ha vuelto y se quedará unos cuántos meses! La asociación le ha dado tiempo libre por haber terminado con aquel Noble, ¿lo puedes creer? Justo cuando tú te vas. Ya hablaré con su jefe y le daré una golpiza.

¿Cómo van las cosas por allá? ¿Has estado hablando con Kaien? Te estás cuidando de los colmilludos esos, ¿verdad? Sino iré a hablar con ese Sangre apura y le daré una golpiza.

¡Pero no digo que no puedas amigarte con ellos! Sé amiga de los vampiros, pero cuídate. Por favor.

Por cierto, Kaien me informó hace tiempo que te daría un arma anti-vampiros. Llévala siempre contigo, mi niña. Y si es que no te la ha dado, pues avísame que iré a darle una golpiza.

Ya has entendido el punto, ¿verdad?

Espero tu respuesta. Te quiero.

Mamá».



En la carta también había recibido una foto que era muy importante para mí. Se trataba de la foto de mi primer cumpleaños con ellos. Una yo alegre mirando el pastel repleto de velas y mis padres a ambos lados mío, quienes me miraban con mucho amor.

El Sol comenzó a bajar. Cada vez había menos luz en mi habitación, en unos minutos tendría que acercarme a las rejas para asistir a clase junto a los demás. Guardé la carta y dejé la foto en la mesa de noche.

Ya había pasado una semana y tres días de lo ocurrido con el vampiro que me había atacado. En todo este tiempo me había amigado mucho con Aidou, Ichijou, Rima, Ruka, Shiki y Kain, e inclusive con Kaname, lo que era de extrañar ya que salía muy pocas veces de su habitación. Por esa razón era que yo iba a saludarlo un rato durante el día.

Tomé la daga y la puse en el cinto de mi pierna. Esta acción ya se había vuelto un hábito. Despertar, cambiarse, colocar la daga en el cinto, salir de la habitación. Casi todas las noches era lo mismo. Sin contar cuando Aidou entraba a la habitación y me despertaba a almohadazos porque según él «alguien se comía sus chocolates». Ahí era cuando yo me paraba en la cama y lo agarraba de la oreja hasta la puerta fuera del cuarto.

Salí de la habitación y me dirigí a la puerta del dormitorio de Rima y Ruka. Golpeé y esperé. Como no respondían decidí entrar. Nadie. ¿Dónde podrían estar? Supuse que estarían en la entrada esperando a todos los demás. Y así era. En cuanto llegué, la mayoría estaba allí, exceptuando a Kaname e Ichijou.

—Aquí estaban —dije, llamando la atención de todos—. Los estaba buscando.

—Creí que no vendrías nunca —dijo Aidou, acomodándose el pelo.

Vampire Knight: Memorias de un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora