XXX. El precio del recuerdo

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La vida de un humano es muy corta, se deja de vivir cuando uno menos se lo espera. Algunos llegan a cumplir sus sueños, otros nunca los llegan a lograr. Excepto claro que tal vez tienes otra oportunidad si un pura sangre te convierte en un vampiro, pero luego te transformas en algo que nunca podría tener remedio, algo que causaría desesperación aunque creas tener todo bajo control, como Zero. Tu única esperanza en ese entonces sería de nuevo la muerte.

Si hace unos pocos años me hubieran dicho que yo moriría, me hubiera espantado, me habría asustado. Creo que hasta el punto de preocuparme por lo que sentirían las personas que me amaban. Y así era el caso. Me sentía así.

Pero cuando todo oscureció para mí fue un alivio. No sabía si había cumplido mi destino, no tenía idea si había logrado mi sueño. Pero aún así sabiéndolo, aún así sabiendo que estaba por morir sin haber cumplido lo que más anhelaba, me sentía liberada.

Cuando oscureció y sabía lo que venía para mí al terminar de caer, él me sujetó de esa mano que extendí para tocar el cielo y me salvó. Me salvó de perderlo a él, de perder sus ojos borgoña. Y fue ahí, en ese momento en el que me subió, me acercó hasta él, me abrazó fuertemente, en el que me di cuenta de que sólo vivo por y para él. Él se había convertido en mi sueño en unos pocos meses, y sabía que él sentía lo mismo.

¿Era locura? Probablemente. Pero no me interesaba. Esto era todo lo que quería ahora mismo.

—Casi te pierdo —susurró en mi oído.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al sentirlo tan cerca de mí y levanté la cabeza para verlo a los ojos, pero me encontré con su cuello.

No podía evitarlo.

Sólo lo mordí desesperadamente esperando que una sola gota de él se escurriera entre mis labios. Un cosquilleo me invadió por todas partes y mi cuerpo comenzó a sanar a una velocidad inhumana. Cada vez que bebía, mi cuerpo se estremecía en miles de sensaciones y sentimientos tan satisfactorios que no sabía a cual aferrarme primero. Como si tuvieras una descarga de adrenalina en todo el cuerpo, como si tu cuerpo se cargara al cien por ciento.

Entonces me concentré en los pensamientos de Kaname, costo entender lo que yacía frente a mí, pero luego de unos segundos pude contemplar todo detalladamente. Los recuerdos comenzaron a invadirme a medida que veía todo a mi alrededor.

Ahora lo recordaba.

Lo recordaba a él y a la pequeña flor que Yuuki tenía disecada.

Parada a unos centímetros de un niño a espaldas que cortaba delicadamente una flor, estaba yo de pequeña hace unos cuantos años.

—¿Te gusta? —preguntó el niño al girar frente a la niña, la cual asintió con una sonrisa al mirar esos grandes ojos borgoña.

El niño la miró a los ojos inspeccionando el rostro de la niña como si no quisiera olvidarlo.

Mi pequeña yo, mi antigua yo, Yami Sasaki, se acercó a él y cortó una flor idéntica a la del niño de ojos borgoña. Sonrió y puso la pequeña flor en las manos del niño Kaname Kuran.

—¡Sasaki Yami, princesa, es hora de volver! —gritó una mujer desde lejos.

—¿Volverás? —pregunté aún con esa sonrisa al joven Kuran.

Vampire Knight: Memorias de un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora