VI. Condimentando con sangre

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—¿Crees que despierte? —Reconocí esa voz inmediatamente—. Lleva así todo el resto de la noche, ya ha amanecido...

—Lo hará, Aidou. Ahora retírate. Necesito concentrarme y ella debe despertar tranquila.

—Si, Kaname-sama —Oí la puerta abrirse y luego cerrarse.

Levanté un poco los párpados pero seguía sin ver en lo más mínimo. Sentí una toalla húmeda que me cubría los ojos. No me había dado cuenta de que la tenía, debí haber tenido fiebre. Sin embargo no era la única, tenía una en el brazo izquierdo y otra sobre el hombro derecho.

Me sentía perdida. ¿Estaba en mi habitación? Sabía que estaba acostada en una cama aún más cómoda que la mía, así que no creí estar en mi dormitorio.

Pude sentir que no tenía ni el saco ni el moño del uniforme, el cual siempre sabía que tenía puesto ya que lo solía ajustar un poco más de lo necesario para no perderlo.

Me encontraba demasiado relajada así, acostada, en silencio. Aunque sentía que mis huesos iban a crujir en cuanto me sentara.

Quité lentamente las toallas de mi cuerpo y por último la que cubría mi rostro. Me senté y refregué la cara con una de las toallas. Las dejé en la mesa de noche y permanecí sentada mirando las sábanas. El brazo izquierdo comenzó a arderme, así que levanté la manga de la camisa y lo miré. Fruncí el ceño confundida al notar que la marca estaba allí.

«Esto no es un simple sueño, niña», había dicho Rosemary. Su voz resonaba todo el tiempo en mi cabeza. No había sido un simple sueño, tenía razón.

Esto era un escudo, o algo así, pero ¿cómo? ¿Una marca podía ser un escudo? Si era así, ¿cómo funcionaba?

Esto no podía estar pasando.

—Veo que despertaste.

Di un pequeño salto del susto y bajé rápidamente la manga de la camisa. Había olvidado que Kaname estaba en mi dormitorio.
Aunque a decir verdad este no era mi dormitorio. ¡Sabía que este no era mi dormitorio! Estaba en el dormitorio de él, de Kaname.

—¿Te sientes mejor? —preguntó. Se levantó del sillón rojo y caminó hacía a mí.

—Sí —murmuré.

En cuanto estuvo frente a mí se sentó en el borde de la cama y tocó con su mano mi frente. Sentí que yo estaba hirviendo de temperatura contra el frío de su cuerpo. Se sentía bien. Kaname puso sus manos cerca de mi camisa, en mi abdomen. Bajé la vista inmediatamente para saber el porqué de hacer esto y me ruboricé inmediatamente. Estaba abrochando mi camisa, la cual estaba desabotonada hasta la mitad. Cerré la camisa entre mis puños con fuerza y él, aún con las manos en los botones, me miró.

—Lo siento —dije—. Yo no sabía que...

—No te disculpes —interrumpió—. Rima tuvo que ponerte la toalla en el hombro. Se encaprichó en no mojar la camisa. La ropa es importante para ella.

Eso y que Rima no ve ningún problema en estar en ropa interior frente a nadie, pensé. Era una modelo peculiar, pero libre.

El rubor en mis mejillas descendió un poco al saber que había sido Rima, y no Kaname, el que había desabotonado todo. Aunque eso no evitaba el hecho de que Kaname estaba cerrándola. Deja de pensar esas cosas Lena o te pondrás más nerviosa, pensé, recuerda que ellos oyen tu corazón palpitar. Comencé abrocharla. Cuando terminé, Kaname tomó mi brazo izquierdo y lo extendió hacia él remangando mi camisa rápidamente.

Vampire Knight: Memorias de un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora