XIV. Pesadillas

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Las cortinas de la habitación se abrieron y la luz solar inundó todo el dormitorio. Me cubrí los ojos con las manos, cegada e incómoda ante tanta luz repentina. Si bien intenté ver quién había hecho tal cosa atroz (despertarme, claro) se me hacía imposible ver, los ojos no se acostumbran tan rápido al Sol.

—Ay... —me quejé con la voz ronca, sobándome los ojos con las manos.

El Sol podía ser una tortura hasta para los humanos.

—Arriba —sonó la voz de Aidou cerca mío—. Es de día, los humanos necesitan vitamina E solar y tú no obtienes mucha hace meses.

—Vitamina D —lo corregí.

—¡Lo sabía! —exclamó, más entusiasmado de lo que me hubiese gustado oír en este estado adormilado—. Siempre me los confundo con los niveles vampíricos.

—¿Qué hora es? —pregunté. Apoyé la cara contra la almohada—. ¿No es muy temprano como para que los vampiros estén despierto? Vete a descansar.

Quiero dormir.

—Las cuatro de la tarde, Lena. Faltan dos horas para ir a estudiar, debes merender antes de que nos vayamos en un rato. El Sol empezará a ocultarse en una hora.

Ah... merendar. La merienda era el desayuno para La Clase Nocturna. Sí, tenía ganas de comer, me moría de hambre, pero aún más ganas de alimentarme eran las ganas de dormir. Tras el ataque de hace dos noches sólo deseaba dormir y que las mordidas en mi piel desaparecieran. La mayor parte del tiempo picaban, pero debía contenerme o me lastimaría aún más.

—Kaname me ordenó escoltarte hoy como parte de mi castigo. Si bien no debería estar muy cerca tuyo sabe que soy más simpático para los diurnos. Eso y que ningún vampiro quiere estar tan expuesto al Sol a estas horas.

Giré en la cama y me tapé por completo con las sábanas, tras asentir a todo lo que dijo.

—Estoy segura que es por lo último.

—¡Levántate!

—¿Para qué? —Giré hacia el lado contrario al suyo, dándole a entender que quería seguir durmiendo—. Tengo clases por la noche.

—En un rato será de noche, ¿no entiendes? No me hagas más difícil todo —Aidou me agarró de los pies con sus manos congeladas y tiró de ellos.

—¡Frío! —Moví las piernas queriendo liberarme de su agarre—. ¡Déjame dormir!

—¡Ya no es la hora de dormir!

Finalmente me levanté. Luego de muchos tirones y forcejeos, logró hacerme entender que no dejaría de molestarme hasta que aceptara la idea de que no seguiría durmiendo, y no faltaría a clases por nada del mundo.

Cambiada, peinada y ya lista para asistir a la acadenia, salimos de los dormitorios de la luna con la mirada de los estudiantes sobre ambos. Más que nada sobre Aidou. Estábamos por llegar al puente cuando un grupo de chicas emocionadas por verlo lo rodeó, apartándome del vampiro.

Podía ver a Aidou hablar con ellas, encantado, y buscarme con la mirada de reojo para no perderme. No comprendía por qué necesitaban vigilarme tanto.

Vampire Knight: Memorias de un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora