XXV. El despertar

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Me guió a su habitación, creo que porque estaba más cerca. Sobre el sofá estaba el tapado de Yuuki todo ensangrentado.

Lo primero que hice fue deshacerme de los zapatos y medias. No me importaba no estar en mi habitación, claramente no era el momento para ello.

Quería llorar, pero sentía que ya no podía. Quería gritar, pero me sentía incapaz para emitir sonido alguno. Quería dejarme caer al suelo y dejar libre todo lo que sentía.

Kaname caminó hasta el baño y oí como abría la canilla de su bañera, se acercó a la cama, se quitó el saco del uniforme y remangó su camisa negra.

Me miró. ¿Cómo podía mantener la calma con tanta sangre a su lado? Mi ropa, mi piel... Todo. Todo tenía sangre. Pero él no parecía inquietarse siquiera.

Tomó mi mano y me llevó al baño. Una vez allí me quitó el moño, el saco.. Sus manos bajaron a mis piernas y se deshicieron del cinto.

Kaname desabotonó mi camisa, pero no la abrió ni me la quitó. Por el contrario, se dio la vuelta y salió por la puerta en silencio.

Me desvestí y entré en la bañera. La sangre se fue esparciendo poco a poco cada vez que pasaba el jabón sobre mi piel, hasta que el agua quedó teñida en rojo. Salí de la bañera y me envolví en una gran toalla. Cuando entré nuevamente a la habitación, Kaname no estaba allí, el abrigo de Yuuki tampoco estaba, sin embargo, sobre el sofá ahora había un pijamas y mi ropa interior. Maldita sea. Kaname, espero que no hayas sido tú el de la ropa interior.

A pesar de eso, no era el momento para sentirme incómoda por lo que él hubiese hecho o elegido, realmente no me importó.

Una vez cambiada me dejé caer en la cama. Me sentía pesada. La pelea con Yuno no era la responsable de mi agotamiento, sino que mis sentimientos tan destruidos eran una carga que me negaba a querer soportar.

Cerré los ojos intentando conciliar el sueño, pero las imágenes de mis padres me atormentaban. Las lagrimas no tardaron en hacerse presentes.
Me senté en la cama y abracé mis piernas. Siempre los había amado, siempre me habían tratado bien, me habían dado amor como si ellos mismos fueran mis padres biológicos, me habían protegido, me habían castigado, me habían sonreído y abrazado. Y ahora no estaban. Siempre había temido que yo no llegara a ser la hija que querían, pero me equivoqué. Tal vez ellos siempre se cuestionaron si no llegarían a ser los padres que yo me merecía, pero estaban equivocados. Ellos fueron felices conmigo y yo con ellos, y eso me alegraba. No tengo porque sentirme así de mal. Me han dado todo lo que querían para mí, a su manera, pero lo hicieron. Siempre les agradeceré por haberme amado como su hija, porque lo soy...

Sonreí mientras suspiraba intentando controlar el llanto. Los necesito...

Un dedo se deslizó por mi mejilla y quitó las lágrimas de mi rostro. Lo miré. Siempre estaba en el momento justo.

Me acerqué y lo besé suavemente. Kaname correspondió. Tan cálido era el beso que podría haber olvidado que él era un vampiro tan frío.

Tomé el cabello de Kaname entre mis dedos y lo acerqué más a mí.

Sus manos se posaron a ambos lados de mi cabeza. Su aroma, su olor, me inundaron hasta el punto de sentir que había perdido la noción del tiempo.

Vampire Knight: Memorias de un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora