XV. Después de ayer

3.3K 255 28
                                    

Estaba agotada. Sentía los ojos demasiados cansados como para abrirlos pero finalmente lo hice, lentamente. Miré los libros que estaban en el piso a mi derecha, al lado de la mesa de noche. Luego miré la cama. ¿Por qué no estaba durmiendo en ella? Hubiese estado más cómoda allí que dormir contra la pared.

Me impulsé hacía arriba para ponerme de pie pero algo tiró de mi brazo izquierdo. Giré rápidamente mi vista hacia éste y noté que Aidou dormía con la cabeza apoyada en él. Tenía entre sus manos mi muñeca y recargaba su cabeza en mi brazo.

Las imágenes de lo que había sucedido ayer por la noche llegaron a mí.

Volví apoyarme contra la pared, sentándome una vez más. No sabía qué hacer... Qué pensar. ¿Qué hago?

Sus mechones despeinados caían sobre sus ojos. Con la mano aparté su cabello y dejé visible su rostro. Inocente, despreocupado, tierno, todo pintado allí. Tenía ganas de apretarle las mejillas y empezar a los gritos como una niña.

Apreté ligeramente sus mejillas entre mis manos.. Dios, qué ternura.

Toqué otra vez con mi dedo y oprimí. Su rostro se frunció. Aidou soltó mi brazo y extendió los suyos hacía mí, rodeando con ellos mis brazos y cintura. Sí, todo junto.

Tiró de mí provocando que quedara sobre él con la cara pegado a su pecho. Mis piernas estaban a los costados del vampiro. Mi trasero era lo único elevado en el aire tratando de no quedar completamente arriba de él. Aidou me sujetaba como una almohada o un peluche.

Moví los hombros tratando de soltarme, pero nada, poseía mucha fuerza vampírica dormido también. Suspiré. Maldita sea, ¿por qué tenía que ser un vampiro?

Aidou giró hacía la derecha mientras deslizaba su espalda por la pared, me arrastraó con él. Quedamos acostados sobre el suelo. Inconforme con la posición, el vampiro giró boca arriba, esta vez quedé (literalmente) sobre él. Si no era porque había llegado a colocar las manos a los costados de su cabeza, mi rostro hubiese quedado pegado al suyo. Solté un suspiro de alivio, hasta que me di cuenta de que una de sus piernas estaba entre las mías y levantaba ligeramente mi falda, tocando mi trasero. Y así sin más mi mente disparó todo tipo de escenas y escenarios, y mis mejillas se tornaron rojas ante aquellos pensamientos.

De improviso, unos ojos celestes sé encontraron con los míos. No pestañeaban ni hacían otra cosa más que mirarme. Aidou se levantó un poco mientras mantenía la distancia entre nuestros rostros y dirigió la vista hacia mi falda, confundido.

Puse la mano derecha en el pecho del rubio y empujé hacía abajo con fuerza, haciendo que quedara contra el piso una vez más. Por lo menos así no volvía su vista hacía mi trasero.

Yo, tenía el rostro en llamas.

—Baja la pierna —dije, apretando la mandíbula.

Aidou subió la mano de mi cintura a mi espalda y luego giró demasiado rápido para mi gusto. Ahora él estaba sobre mí. Su pierna seguía en el mismo lugar y sus brazos ahora estaban a los costados de mi cabeza.

Los ojos del vampiro cambiaron de color abruptamente.

El rubio acercó su rostro al mío mientras acercaba su pierna más a donde no debía. Lo miré enojada.

¿Es idiota o se hace?

—¡Aidou, déjame! —Se dibujo una sonrisa en su rostro. Una sonrisa coqueta, pícara. ¿¡Estaba coqueteando conmigo!?—. ¡Muevete!

—¿Moverme? ¿Por qué? —preguntó, con la misma sonrisa—. ¿Moverme así..?

Acercó su pierna aún más entre las mías, extrañamente llenando mi cuerpo de una extraña sensación embriagadora ante la cercanía.

Vampire Knight: Memorias de un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora