XXI. Bienvenida y despedida

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—Tu presión está baja, cariño —dijo la enfermera, guardando todo lo que utilizó para atenderme—. Come algo de azúcar, te hará sentir mejor.

Me extendió una venda pequeña para que tapase la mordida de Zero, sonrió y salió por la puerta. Estaba claro que ella debía de saber de la existencia de vampiros sí o sí. De todos modos esa enfermera actuaba raro, pero decidí ignorarlo.

Miré al peli plateado que se encontraba apoyado contra la pared, había permanecido allí todo el tiempo. Agradecía mucho que me hubiese traído aquí.

Ahora solo debía encontrar algo con azúcar. Aidou tendría, le pediría a él. Lo que ahora recuerdo que es imposible.
Aidou no ha vuelto. Extraño mucho a ese molesto y arrogante vampiro quita dulces. Me pregunto dónde estará, cómo estará o si volverá.

—Zero —dije. El vampiro giró la vista hacia mí—. Gracias.

Pegué la venda sobre los ya desinfectados agujeros que tenía en el cuello.

Primero apoyé el pie izquierdo, luego el derecho. Coloqué las manos a mis lados y me impulse hacia arriba con la vista sobre mis pies. Sonreí al ver que podía mantenerme en pie y no desvanecerme nuevamente.

De la nada, unas manos me tomaron por los hombros e hicieron que me sentara nuevamente.

Fulminé a Zero con la mirada. Podía levantarme, ya no me sentía mal. Comprendía haberme desmayado, pero en serio, me sentía mucho mejor ahora. Tenía la impresión de haber estado en los brazos de todos los vampiros de esta academia y además, de un hombre lobo.

Ese lobo me debe una gran explicación, desde hace ya semanas que no lo veo, no se ha presentado para darme una explicación y eso me lastima. Creí que éramos amigos, a pesar de que... sólo hayamos hablado una vez.

Sería mejor olvidarle y ya.

Miré a Zero y sonreí.

—¿Un trato es un trato verdad? —dije—. Debes llevarme a la biblioteca.

Zero chistó la lengua contra su paladar y luego me miró.

—Bien, te llevaré a los archivos.

Dicho esto, se dió media vuelta y se fué.

Mierda... No me dijo cuándo iríamos.






• • •






Entré en la habitación y cerré la puerta. Me acerqué a la ventana y apoyé la frente en ésta. Quería salir, pero como me había desmayado no me lo permitieron.

Sonreí inconscientemente. Estaba tan contenta de que Zero aceptara llevarme.

Observé a través del cristal mientras me perdía en mis pensamientos hasta que noté unos arbustos moviéndose de forma extraña. Entonces rápidamente se levantó una figura de entre las plantas. Ese lobo iba a lamentar haberme dejado así hace semanas.

Abrí la ventana y me subí al marco. Sin pensarlo dos veces, salté. Tomándome de la rama más cercana, me solté. Mis pies tocaron tierra y comnezaron a caminar por sí solos hasta detenerse frente al joven.

—Lena...

¡Plaf!, sonó mi mano contra su mejilla.

El chico parecía noqueado. Su rostro colorado y hacia la izquierda con los ojos sorprendidos me decían todo.

Creo que me pasé. No debí haber hecho eso.

—¿Por qué estás aquí? —pregunté, mirándolo expectante.

Vampire Knight: Memorias de un vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora