Capítulo 20

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Tobias

Tras escuchar como se cierra la puerta a espaldas de mi mujer, mi mente activa mi necesidad de salir que aquí, de dejar atrás el aire tenso y molesto que ronda la casa. Me paso las manos por el cabello en un gesto de frustración, respiro hondo y lo suelto agresivamente un par de veces; el corazón me late a mil por hora mientras los últimos rayos de sol son visibles en el cielo.

Las manos me tiemblan, reteniendo las ganas de golpear algo. Subo de dos en dos los escalones que dirigen arriba y no pienso dos veces antes de tomar mi chaqueta y las llaves de la camioneta. Estoy a nada de bajar de nuevo cuando recuerdo que mi pequeña estaba tomando una siesta: doy media vuelta y abro suavemente la puerta de su habitación, cuando la encuentro dormida de lado abrazada a su peluche inmediatamente me relajo, pero mis pies me dirigen a la salida.

Frenético, conduzco por las calles de Chicago; mis manos se aferran con fuerza al volante, canalizando mi enojo hasta que pueda llegar a mi destino, hasta dar con aquel lugar que fue mi hogar durante un par de años.

Me estaciono a un par de calles de la entrada de la Sede de Osadía, aquellas pesadas puertas de metal me dan la bienvenida junto con el guardia, quien sorprendido de mi presencia me deja entrar. El aroma a metal y agua inunda mis pulmones, y escuchando el eco de mis pasos camino hacia el abismo, específicamente a aquella roca que hizo historia en mi relación con Tris.

Bufo al pensar en ella y pasan varios minutos hasta que entro en razón y pienso que malinterprete aquellos mensajes, que no le di tiempo de explicarse, pero en una sacudida de cabeza y después de un par de tragos de vodka, bebida que no llevo conociendo mucho, insisto en su infidelidad. O en qué no hizo nada respecto al claro coqueteo que intercambiaba con Matthew. O todo lo que le grité.

Sé qué he hecho cosas peores, el beso de Michelle es un ejemplo, sin embargo yo estaba ebrio y ella, sobria, dejaba que Matthew la sedujera. O tal vez solo estoy exagerando. No lo sé exactamente, el alcohol desordena mis ideas y me causa una combinación de sentimientos poco agradables.

Intento concentrarme, pero mientras el vodka me llena la boca las ideas corren por todo mi cuerpo: la conversación y la bofetada de mi mujer se repiten una y otra vez. Me entumezco conforme le voy dando fin a la pequeña botella, las gotas de agua golpean constantemente mis pies, pero el simple hecho tener mis problemas disueltos en la bebida me difuminan las soluciones a estos.

Tris

7:22 de la noche. Llego un poco tarde, mientras acomodo mi pequeño Beatle en el estacionamiento mi teléfono comienza a vibrar y el nombre de Matthew ilumina la pantalla; cuestiona donde estoy y en cuanto le hago saber mi ubicación me informa que saldrá por mi.

Me acomodo el cabello y me admiro de manera rápida en el espejo del auto, al corroborar que el delineador sigue en perfecto estado, camino con las piernas de gelatina a la entrada del lujoso salón. Matthew me recibe con una sonrisa, hago mi mayor esfuerzo para regresarle el gesto: entramos al salón y quedo asombrada ante él, la fachada impone y el interior deslumbra. Un candelabro de cristal cuelga del techo e ilumina todas las mesas que hay alrededor de un gran escenario, los tapices en tonos naranjas le dan una calidez enorme al espacio, un aroma dulce acompaña la suave vista.

Mientras caminamos entre las mesas algunas chicas me observan entre copas, intercalando sus miradas entre yo y Matthew, que me dirige con una mano en la espalda baja.

—Nuestra mesa esta por aquí.— me informa Matthew después de que un hombre en traje nos dé el paso.

—Estoy nerviosa. — le digo con la mirada revoloteando en cada mesa, donde abundan las mujeres bien vestidas y los hombres uniformados.

Vivir por ti (Divergente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora