Capítulo 28

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Tobias

Los ademanes de Jack me conceden la entrada a la amplia casa. Pateo la desgastada puerta, causando que el aserrín revolotee a nuestro alrededor: el golpe causa un eco enorme, atraviesa el amplio salón y rebota contra las paredes. Estiro la mano, dejando a mis compañeros entrar con pasos sigilosos y hábiles, mi corazón bombeando, apresado por el chaleco antibalas. No hay tiempo para trastabillar.

Los policías se esparcen cual agua dentro del condominio, a la derecha los últimos rayos del sol traspasan las viejas cortinas iluminando una sala bien equipada y comedor lleno de papeles. Un gran número de escaleras se presenta frente a nosotros, y al fin de estas un pasillo dividido en dos, sin embargo, del lado izquierdo hay una mesa redonda, con varias tazas sobre ella.

Señalo a los chicos de criminología, indicándoles que en la cocina hay material, asienten y se desplazan con disimulo. Angy pone un pie sobre el primer escalón pero se detiene al escuchar un ligero golpeteo en la planta alta.

Jack cruza los brazos desde la sala, indicando que está despejado, pero me llama con un gesto. Me acerco, en puntillas, hasta él: sobre la mesa hay varias hojas regadas, entre ellos periódicos de los últimos días y en todos se ve el angelical rostro de mi princesa.

Se escuchan pasos en la parte de arriba, Angy no lo piensa dos veces antes de empezar a subir las escaleras, sus ligeros pies apenas acarician los polvorientos escalones, mientras tanto la punta de uno de mis zapatos roza una botella de vidrio, de algún tipo de alcohol; me agacho a revisar su contenido, pero me detengo al notar la acción arriba.

— ¡Alto! — el grito de Angy hace eco, seguido de unos disparos, suspiro de manera entrecortada, mis labios entumecidos.

No tengo tiempo de seguir los pasos de mi compañera: la pared de al lado estalla y lanza cientos de pedazos al aire.

Jadeo, abalanzándome contra el suelo en busca de protección. Se escuchan los gritos y los pasos por todas partes cuando los disparos resuenan sin cesar.

Me levanto, sintiendo mis piernas y mi voluntad convertiste en plomo; siento la sangre palpitar contra mis sienes, aprieto la mandíbula de coraje y doy un par de pasos cuando el chillido de la puerta mal acomodada penetra mis oídos.

Tris mueve los ojos de un lado al otro, analizando su entorno, luce sorprendida, pero en los orbes azul-grisáceos hay un valor innegable.

— Tris, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Estás bien? — la reviso rápidamente, su frágil cuerpo en perfecto estado y ella asiente frenética. — Regresa a la ambulancia.

No estoy molesto, pero odiaría si sale herida. Justo cuando camina hacia mí sin miedo alguno el sonido de las balas impactando vuelve a llenar el lugar: bajo de manera rápida, mis dedos frustrados desabrochándome el chaleco antibalas.

— Te dije que te quedaras — murmuro entre dientes, mi mujer no responde, solo observa como ajusto la protección a su bien formando cuerpo — ¿Por qué eres tan necia? No, mírame. — le tomo con firmeza por la barbilla, causando que sus ojos conecten con los míos. — Por ninguna razón te quedes sola, ¿entendido?

Asiente, agradeciéndome con la mirada. Subimos corriendo las escaleras y miramos de un lado al otro.

— ¿Christina entró? — su voz ronca no es más que un hilo.

— Está en la parte de atrás, seguro ya está dentro.

Del lado izquierdo: una par de puertas de cada lado y luego el pasillo se divide en dos. Del lado derecho solo hay una puerta y el pasillo da vuelta a la izquierda. Tiene razón.

Vivir por ti (Divergente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora