9. Atacada

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9. Atacada

Ya habían pasado por lo menos dos horas desde que llegué a casa de Louis y su hermano Harry.

Ahora debería estar durmiendo, pero por alguna razón no puedo conciliar el sueño. Me eligieron la pieza que queda entre la de ambos, para cualquier cosa me socorrieran con mayor facilidad.

Me encontraba en el cuarto totalmente a oscuras, solamente alumbrado por la luz de la luna. ¿Aquí también había luna? De pronto comencé a temerle a este mundo. Era tan extraño, tan espeluznante y para más, no podría vivir tranquila aquí si todos estos demonios están en busca de mí... ¿Energía? ¡Es muy extraño!

Para sumarse a mi temor, comencé a escuchar ruidos extraños, no sabía si venían desde dentro o desde fuera de la casa. ¿Qué se venía ahora?

—¿Quién está ahí?—pregunté escondida entre las cobijas de la cama, que por cierto tenían un olor sumamente delicioso.

—Claire Lepierre—dijo alguien en un tono tan mortífero que me hizo poner rígida.

—¿Quién anda allí?—no tenía claro hacia dónde mirar, si a la derecha o a la izquierda. ¡Esto era estresante!

—Claire Lepierre, ven a mí—seguía diciendo esa voz.

—No soy Claire—dije prácticamente sin aliento escondiéndome aun más dentro de las mantas.

—Claire Lepierre, no te resistas—de pronto sentí un aire helado rodearme de pies a cabeza y junto a este, el miedo me dominó por completo.

—No puedes escapar de mí...—la voz se escuchaba tan cerca de mí, pero no había nadie.

—Por favor, no...—dije casi en un susurro—No—dije un poco más fuerte, y cuando sentí el contacto de algo solido sobre mi hombro, grité:—¡No! ¡Aléjate de mí!—estaba histérica y asustada moviéndome como loca sobre la cama, como si estuviera llena de insectos y les tuviera miedo.

—Quiet le mi Claire—dijo esta voz a mi oído y mi cuerpo se paralizó, no podía mover ni un solo dedo.

¡Ayuda! ¡Louis, ayuda! Gritaba en mi cabeza, ya que no podía hablar por alguna razón. ¿Qué era esta cosa?

No era divisible a mis ojos, pero por alguna razón lo sentía. Definitivamente no estaba sola aquí, tenía compañía y no de la buena. Sentía como por dentro el miedo iba arrasando con todo lo que veía en su paso. No sentía nada más que miedo y pánico.

Cuanto me hubiera gustado quedarme donde Liam y el anciano, quizás ellos me hubieran protegido mejor y no hubiera tenido que estar en manos de un demonio.

Tenía claro que mis segundos estaban contados y más cuando noté que mi cuerpo comenzaba a debilitarse en brazos de esta criatura, mi energía se iba, se robaban mi energía.

De pronto, una corriente de viento pasó fuertemente sobre mi cuerpo. No estaban las ventanas abiertas, como para justificar ese viento. Sabía que era algo sobrenatural y no podía hacer nada contra eso.

Claro que si podía hacer algo, ¡Mi colgante! Trate como pude de llevar mi mano hacia mi cuello y toqué varias veces, pero no estaba. ¿Dónde estaba mi collar? Ahora si estaba perdida, esa era mi protección...

De un segundo a otro mi cuerpo había perdido mucha fuerza, pero estaba lo suficientemente consiente para escuchar como esta criatura gritó desgarradoramente a los segundos de esto.

Por un momento pensé que había sido mi collar, pero no lo llevaba puesto y además, unos segundos más tarde escuché unas maldiciones de parte de Louis y concluí que él me había salvado.

Mi guardián oscuro...

—Louis, ¿Qué ocurre aquí?—escuché la voz de Harry nervioso—¡Rose!—exclamó y a los segundos sentí como alguien me sujetaba de la cabeza y luego de las piernas y así, me alzaban en el aire.

—¡Rayos!—gritó Louis. Necesitaba ver que le ocurría, pero me sentía mal, débil y muy mareada—¡Llévatela de aquí!—su orden me rompía el corazón, no quería alejarme de él.

Podía sentir el viento que chocaba contra mi cuerpo mientras corríamos a gran velocidad. Ya había perdido el sentido de orientación, no tenía idea donde estaba ni a donde me llevaban.

—¿Dónde vamos?—pregunté en un tono débil.

—No hables—me dijo con ternura Harry.

El mundo me daba vueltas y más vueltas. Mis pies desnudos estaban congelados y prácticamente todo mi cuerpo estaba frio en los brazos del hermano de Louis. Nunca me había sentido tan débil, ni con el mayor resfrío que haya vivido. Esto era peor, no tenía fuerzas ni para hablar, abrir los ojos, nada... solo podía dormir y dejarme en manos de mi guardián.

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