33. Recuerdos que matan

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33. Recuerdos que matan

Me sentí ir a una nube de recuerdos, los cuales no eran lindos, sino que eran los más tristes y dolorosos de mí vida.

Era pequeña y como los demás chicos de la aldea también jugaba, me reía y disfrutaba de la vida. Hasta que un día, los chicos comenzaron a dejarme de lado, mirarme feo y a comentar cosas a mis espaldas.

No tenía más de seis años cuando me atreví a preguntarle al chico mayor de nuestro grupo que tenia doce años qué era lo que pasaba.

Me empujó con fuerzas y me dejo tirada en el suelo, mientras se acercaban otros chicos y comenzaron a gritarme.

—Nadie te quiere, hasta tu madre te abandonó—no entendía a que se referían, ya que mi madre estaba a solo metros de nosotros.

Los chicos seguían repitiéndolo, mientras yo miraba a mi madre llorando a unos cuantos metros.  

—Rose, ven—me llamo.

Llorando me levanté del suelo y corrí a abrazarla.

—Mamá, mamá—la abracé con fuerzas.

Ella me alzó en sus brazos y entramos a nuestra choza.

—¿Por qué me han dicho cosas feas?—pregunté llorando a mares.

—Ellos no saben lo que dicen, cariño—me consoló mi madre.

—Me dijeron que tú me abandonaste...

—No fui yo, amor.

—Entonces, ¿quién?—pregunté.

—Mi amor, no pienses que no te amo cuando te diga la verdad. Tu eres lo más importante que tengo y no quiero que sufras—comencé a temblar de miedo, me asustaba el tono de voz que usaba en ese momento.

—¿Qué?

—Rosalie, preciosa... hace ya casi siete años fui al bosque en busca de medicinas, como tú también sabes—noté como su mente vagaba entre la realidad y su recuerdo—En aquel momento, vi a un pequeño bebe en una canastilla junto al rio. El bebe lloraba y lloraba, por lo que me acerqué a ver qué pasaba... Pensé que la madre estaría allí, pero para mi sorpresa en la canastilla habia un papel escrito—me miró dudosa.

—¿Qué decía? - pregunté.

—"Adiós, mi bella Rosalie"—sentí mi corazón contraerse al extremo que sentí que iba a morir. Entendía perfectamente de lo que hablaba mi madre, yo era adoptada, no era hija suya.

El recuerdo comenzó a desvanecerse poco a poco, mientras que me atacaba otro de mis tristes recuerdos.

—Ya eres toda una mujer y sabes qué cosas tienes que hacer a esta edad—tenia trece años cuando me llego por primera vez la menstruación y ahora tenía dieciséis...

Acababa de terminar la ceremonia de "mujeres" en la que nosotras pasábamos de ser de niñas a mujeres. En mi caso, fui yo y otras dos niñas.

Pero, jamás me imaginé que al término de la ceremonia nos estarían esperando tres hombres mayores de la aldea, debían tener unos veinticinco años.

Uno de ellos era conocido mío, era Andrew. Lo conocía ya que siempre me habían dicho que tuviera cuidado de no acatar sus indicaciones, porque si no iba a sufrir una buena paliza de su parte.

Éste fue el que me tomó del brazo y me jaló unos cuantos metros hacia una choza a la cual yo no tenía permiso a entrar. Eran la de los lideres de cazadores.

Era imposible decir una sola palabra en ese momento, tenía miedo de decir algo y sufrir las consecuencias, por lo que simplemente me limité a seguirlo.

Light vs. Darkness © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora