Capitulo 4

3.8K 290 6
                                    

Nicholas

De acuerdo, lo admito, tal vez nunca he sido lo que una persona normal puede denominar "completamente cuerdo" y tal vez también sea cierto que a lo largo de mi vida he hecho un par de cosas que pueden ser consideradas "suicidas" (como por ejemplo quitarle un par de veces las primeras ediciones de sus libros favoritos a Jules), pero no fue hasta este momento que me di cuenta de que en serio, en serio, podía llegar a ser un idiota inconsciente. Es que ¿en qué diablos estaba pensando?, ella no era tonta, nunca lo había sido, era obvio que se daría cuenta, y de hecho debería estar agradecido de su inherente falta de interés hacia prácticamente todo lo que la rodeaba.

-Definitivamente soy imbécil-Murmuré para mí mismo.

-¿Se puede saber por qué te estás llamando imbécil, querido?-La voz de mi madre me sorprendió e hizo que me enderezara en el sillón donde estaba sentado.

Fije mi vista en la mujer que tenía frente a mí, su cabello rubio y ojos azules, para estar en sus cuarenta mi madre era una de las mujeres más hermosas que había conocido, y no lo decía yo, lo decían todos los hombres de su edad, y tal vez algunos que no eran mayores precisamente.

-Me sorprendiste.

-Vaya, viniendo de ti, tomo eso como un alago-Dijo ella con una sonrisa.

Claro, para ser mi madre no podía ser del tipo de mujer que uno denominaría "pacífica".

-Entonces, ¿me vas a decir por qué te estabas llamando imbécil? porque cariño, puedes ser un poco idiota, bastante terco, aún más impulsivo y un tanto arrogante, pero definitivamente no te catalogaría como a un imbécil.

-Cielos madre, muchas gracias por tus palabras...creo.

Ella puso los ojos en blanco (era una de las pocas mujeres que conocía que se atreviera a hacer eso) y camino hasta llegar al sillón que estaba a mi lado y sentarse en él.

-¿Cómo resultaron las cosas anoche? cuando llegaste ya era bastante tarde.

-Estuvo bien, nada fuera de lo normal.

Exacto, nada fuera de lo normal, excepto ella, como de costumbre.

-¿Por qué siento que hay algo que no me estás diciendo?-Preguntó al tiempo que alzaba una de sus delicadas cejas rubias. 

-¿No te parece que últimamente has estado exagerando con tu intuición de madre?

-Nicholas Thomas Rockford, ¿Cuántas veces debo decirte que no contestes a una pregunta con otra? es de mala educación hijo.

Esta vez fue mi turno de poner los ojos en blanco, ¿por qué siempre te llamaban por el nombre completo para regañarte?, en serio, ¿Cuál era el punto de ello?

-Mamá, ¿no te parece que estoy algo grande como para que me sigas regañando?-Aventuré, aunque sabía perfectamente lo que ella me diría.

-Hijo, podrás tener sesenta años, pero yo seguiré siendo tu madre y por ende aún tendré derecho a regañarte.

No pude evitar la pequeña carcajada que salió de mi garganta, ella definitivamente no era el tipo de mujeres que se quedaría en casa callada mientras sus esposos hacen lo que se les viene en gana, al contrario, mientras mi padre estuvo vivo era del tipo de mujeres que salía a buscarlo cuando tardaba demasiado, y al parecer quería seguir la tradición conmigo.

-Te quiero, mamá.

-Y yo a ti, cariño-Dijo ella mientras me guiñaba uno ojo.

Sí, definitivamente tener a Anne Rockford como madre era de cierta forma un alivio.

Juegos de LadrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora