Epílogo

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Se sentía devastada, sola, marginada, sin saber qué hacer o a donde ir, no podía o quizá no quería volver a casa.
Nada de eso era justo.
Sin embargo, al cargarla en sus brazos lo supo, de verdad quería a esa bebé, por un momento olvidó el dolor, los golpes, olvidó aquella noche de regreso a casa en una calle vacía y sola donde muy tarde se dio cuenta de que alguien la vigilaba.
Esa pequeña criatura, era su hija. Sin importar nada.
-¿Dónde está?- reconoció la voz. Era su madre que había descubierto en donde estaba, claro, debieron llamarla al encontrarla en labor de parto en las escaleras del hospital. La mujer de pelo rojo entró en la habitación con lágrimas en los ojos. Abrazó a su hija y a miró con ternura a su nieta.
-Perdóname, no sabía qué hacer.- fue callada por el abrazo de su madre. Poco después entró su padre angustiado.
-No debe saberlo. Yo no puedo cuidarla.- dijo con desesperación.
Los padres se miraron fijamente. La decisión estaba tomada.
-¿Cómo se llama la pequeña?- preguntó el padre sin creerse abuelo con una hija de tan solo 14 años.
-Elinor.- contestó con una sonrisa, la misma sonrisa que usaría para mentirle durante el resto de su vida.

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