Once

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—Lo repetiré una sola vez, y espero que me contestes... ¿Qué haces afuera?

Su voz esta vez es lenta, tranquila, relajada, y eso en vez de calmarme me produce aún más miedo.

—Yo salí a recorrer el castillo... de nuevo, no creí que te molestarías —Claro que no, ¡si me había dejado la llave y todo! Él parece entender la respuesta, por lo que lanza un resoplido al aire y comienza a caminar a quién sabe donde, y yo tomo un casi imperceptible movimiento de su mano como una invitación a seguirlo.

No tardo mucho en situarme a su lado, y el inmediatamente voltea hacía mi cuando lo hago.

—Espero que te guste Akatsuki, ya nos iremos, dudo mucho que vuelvas por acá alguna vez.

—¿Qué? ¿A dónde?

—A mis tierras, al fuerte Schrödinger.

—¿Cómo se supone que pronuncias eso?

—No vale la pena explicarte —escupe—. Sólo asegúrate de estar lista a las 22, debemos de llevar a Hidan, mientras me encargaré de que uno de mis subordinados se ocupen de ti personalmente.

—¿Llevar? ¿Te refieres a...?

—Efectivamente, en brazos. Dado tu condición —Clava sus ojos en mis hombros, como si fueran un problema, por lo que no puedo evitar poner mis manos encima de estos, a modo de protección. Sasori me intimida con una sola mirada, me siento patética—, debes depender de otro ángel que pueda volar, y yo no ensuciaré mis manos tocándote.

Siento la indignación hirviendo en mi interior, ¿cómo puede ser tan desagradable? ¿Por qué me tiene que tratar tan mal? Niego con la cabeza aún cuando no he dicho nada, sé que no me vendrá nada bien el ponerme a discutir por los momentos, a fin de cuentas será una persona cumpliendo sus ordenes quien me podrá soltar "accidentalmente" y dejarme caer en quién sabe dónde.

—¿Y por qué no podré volver?

—Porque tendría que venir contigo, y es completamente desesperante entrar en los territorios de otros, si por mi hubiera sido el mismo día de tu muerte estarías en Nueva Delhi, pero perteneces a Tsunade, o lo hacías hace... —mira el techo pensativamente—, ¿10, 15 minutos?

Desesperante es él, quise gritar, pero solo me traería problemas. Haré una lista, sin duda, de todo lo que odio, Sasori sería el número uno, en el segundo puesto estaría la manera en la que Sasori habla como si todo lo que dijera ya yo lo supiera cuando no es así, y en tercer lugar pondría a Sasori de nuevo, para dejar en claro lo genial que me siento cuando está a mi alrededor.

—¿Pertenecer? Espera... ¿Nueva Delhi? ¿Eso no queda en la India?

—Cierto... —murmura observándome con una ceja alzada—, ¿Tenten no te contó todo? Pensé que así sería.

—Sabes de lo que hablé con Tenten —No es una pregunta, es una afirmación.

—Nada sucede con mis subordinados sin que yo lo sepa, acostúmbrate.

—¿Por qué vamos a Nueva Delhi?

—Porque ahí es donde están mi castillo, fuerte, nido, lo que sea, mis tierras.

—¿Y... No podría quedarme aquí? 

—Oh —me mira con pesadrumbre—, ¡qué lastima que se te hayan acabado las respuestas! Deberías estar agradecida, soy misericordioso contigo y te dí las de ayer porque dormiste todo el día, pero ya has pasado el límite.

Su voz cae sobre mi como un balde de agua fría, no helada, mentira, como el asqueroso balde lleno de hielo. El resto del camino lo recorremos en silencio, quisiera saber en qué está pensando, porque estoy segura de que lo hace, sus movimientos son casi robóticos, girando en un pasillo, bajando una escalera, y dando por sentado que estoy a su lado. Supongo que su título no le permite el siquiera considerar que sus ordenes no explícitas no sean cumplidas, tal arrogancia me resulta de lo más irritante, anteriormente gocé de una paciencia digna de admirar, pero ahora que conozco a este hombre no puedo sino pensar en que realmente no soy nada tolerante.

Tú eres mi Ángel [Sasosaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora