Veintitrés

940 116 13
                                    

Ese momento en el que me perdí en los labios del guapo pelirrojo, pensé que todo estaría bien, no podría estar más equivocada.

Su presencia se convirtió en una especie de sedante para mi y mis pensamientos contradictorios en ese momento. Y al separarme de él, todo volvió a ser claro, más nítido, temblorosamente me alejé, probablemente Sasori lo notó, pero la noticia —desde mi punto de vista, bastante grave— que le trajo Deidara lo mantuvo ocupado, lo suficiente para yo irme de aquel lugar, intentando no llamar la atención.

Llegué lo rápidamente posible a mis aposentos, puesto en los pasillos abundaban los ángeles, cada uno armado hasta los dientes, con armaduras que se notaban más pesadas y gruesas que las utilizadas a diario, probablemente preparados para lo peor. Una mujer de apariencia dominante y feroz me advirtió que mantendrían un par de guardias fuera de mi habitación, por lo que me encontraría segura de darse algún atentado.

Lo primero que hice fue ir al baño y lavarme el rostro, en un vano intento de aclarar mis turbios pensamientos. Al subir mi rostro, mi mirada se posó el el reflejo del espejo.

Francamente, si tenía que describir aquella sensación, podría ser parecida a tener un sueño.

Veía aquellas imágenes tan vividas en mi mente durante segundos, y miles de pensamientos venían a mi, algunos más contradictorios que otros, como si cada vida me impulsara a hacer algo que nunca se me habría pasado por la mente, mientras que a su vez, también iba olvidando poco a poco algunos momentos.

Habían tantos recuerdo que no sabía qué hacer, como digerirlos, mi mente era selectiva, pero a su vez, estaba siendo demasiado para mi.

Quise llorar, porque sentía como si traicionara a Sasuke, aquellas palabra habían salido de mi boca antes de que pudiera procesarlas, y el arcángel actuó antes de que pudiera tener al menos una idea clara, no mentiría diciendo que no había disfrutado de aquellas muestras de afecto de su parte, puesto los dulces labios de Sasori eran una especie de anestesia a mi desorden de pensamientos, besarlos en ese momento fue como presionar el botón de apagado de mi propia mente.

Mis ojos picaron, necesitando liberar aquellas lágrimas de culpabilidad que se habían reunido en ellos mientras divagaba, fue en ese momento exacto, cuando estaba apunto de volver a ser patética, una pequeña que no hace más que llorar, que algo me heló la sangre.

Me volví tan rápido que pude sentir como mi cuello crujió, encontrándome directamente con una mirada carmesí tan fría como el mismo hielo, mis alas se extendieron involuntariamente, abarcando gran parte del espacio disponible.

—¿Quién eres? —pregunté en un susurro atemorizado, nadie podía entrar a mi habitación sin yo haberlo autorizado antes, Sasori me lo había dicho. ¿Entonces quién era aquella persona y por qué sentía que ya le conocía?

Sasori había dicho algo sobre el vínculo, ¿estaría sintiendo mi miedo? ¿Si lo llamara mentalmente vendría? Lo dudaba, no sabía como hacer tal cosa.

El extraño alzó una de sus cejas, casi con aburrimiento y luego soltó un suspiro.

—Así que el sello se ha roto —dijo, más para sí mismo que otra cosa, causando que me invadiera una punzada de curiosidad. Y antes de poder pensarlo, estuvo frente a mí, mi mirada quedó directamente en su pecho a causa de la diferencia de alturas.

—¿Q...Qué intentas? —Para mí pesar, mi voz era un hilo tembloroso.

Aquel hombre era arrebatadoramente hermoso, pero no era una belleza que quitaba el aliento, reconfortante, como la de Sasori, más bien, era una belleza fría, descuidada, como si realmente poco importara su apariencia, pero a pesar de ello, supiera utilizarla a su favor. Como si su físico no fuera algo más que una herramienta.

Tú eres mi Ángel [Sasosaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora